Trapicheo intramuros

R. Muro
-

La Guardia Civil controla el acceso a la cárcel de Logroño con perros solo una vez al mes. El resto de días, la droga llega a los presos a través de familiares. Dentro se consume y se vende y las familias arreglan los pagos en el exterior

Almeida es trasladado de Logroño al penal de Segovia - Foto: Óscar Solorzano

Un día al mes, tan solo un día al mes, el centro penitenciario de Logroño queda al margen de nuevas dosis de sustancias estupefacientes. Es el día que la unidad canina de la Guardia Civil acude a la cárcel y controla el acceso de familiares o parejas a los vis a vis. El resto de las jornadas, los controles carcelarios quedan a merced exclusivamente de los funcionarios y no pueden hacer frente a la introducción de drogas. Es más, si por algún motivo los trabajadores del centro detectan sustancias entre las visitas, deben preguntar primero si pueden proceder al registro o cacheo. Solo si la visita accede, pueden proceder a buscar la droga. 

En España hay seis o siete centros penitenciarios que disponen de unidad canina propia para detectar la entrada de droga, y Logroño no está entre ellos. Los funcionarios, como relatan desde los sindicatos de prisiones, son conscientes de que hay droga intramuros, y que el trapicheo es una constante aunque los pagos de mercancías se realizan más allá de los muros del centro penitenciario. Son, habitualmente, las familias de los internos quienes llevan la droga a las comunicaciones y alguno de los reos se encarga de distribuirla ya en el interior. Luego son las familias de ambos quienes arreglan los pagos ya que los presos disponen de tarjetas con cien euros de asignación semanal, pero nunca en metálico, ni puede realizar transacciones entre ellos.

La situación cambia radicalmente el día que la Guardia Civil acude al control con los perros. Aproximadamente, un día al mes. Si el can huele la droga, se sienta sobre sus patas traseras y en ese mismo instante se suspende la comunicación con el interno. Si el preso accede a ser cacheado, se procede, de lo contrario, será la Guardia Civil la que decida si ya en el exterior se buscan las sustancias detectadas por el perro. Pero eso ocurrirá fuera. Y las familias se comunican entre ellas. En los dos primeros controles de Guardia Civil se detecta droga, a partir de ahí, los avisos vuelan y las visitas llegan limpias ese día en que el Instituto Armado controla el acceso.

Recuerdan los sindicatos que durante las restricciones de la pandemia, y por tanto de las comunicaciones, no falleció ni un solo interno por sobredosis en la prisión de la capital riojana. En el momento en que la libertad de movimientos se impuso de nuevo, regresaron las desgracias.

Los funcionarios de prisiones, con una plantilla actual de alrededor de 180 trabajadores, no podrían hacer frente a una unidad canina propia en Logroño que limpiara el ambiente carcelario de droga, ni por número, ni por formación.