Hacia la ciudad compacta y sostenible

R. Muro
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Juan Carlos Merino, experto en urbanismo, cree que la reforma de algunas calles de la capital «no se disfruta». Considera que «quitar el coche no es un objetivo válido si no hay una estrategia definida»

Vista de la calle San Antón de Logroño - Foto: Ingrid

Logroño se convirtió en una especie de laboratorio urbanístico con los primeros azotes de la pandemia bajo la batuta de la brocha y el pincel. Bocetos trazados a base de líneas, a veces indescifrables, que cedían más espacio al peatón por eso de la distancia sanitaria de seguridad. Aquellas pinceladas dieron paso, superados los peores coletazos del covid, al concepto de consolidación urbanística, es decir, la materialización de esa cesión de superficie al caminante mediante obra civil, la desligitimazión de la tiranía que ostentaba el coche y la apuesta por un modelo de movilidad sostenible basado en la bicicleta, el transporte público y en los desplazamientos a pie. En campaña, y antes de ella, brotan dos modelos urbanísticos basados en coche si o coche no, con todas sus variables en función del número de candidaturas.

Logroño tiene, a juicio del arquitecto y experto en urbanismo, Juan Carlos Merino, «la necesidad urgente de pensar y trabajar la ciudad» y no desde una perspectiva de ensayo de laboratorio sino bajo «una estrategia definida» que deje atrás «las acciones puntuales» y «avance hacia una ciudad compacta, incluyente y sostenible». Objetivos compartidos por todos, si bien, los modelos difieren.

Las actuaciones desarrolladas en los dos últimos años «han generado animadversión entre la gente» estableciendo una jerarquía urbana y de movilidad cuyo «concepto no se ha entendido en la calle, ni desde una perspectiva de vivienda, ni por parte del sector comercial».  Dicho de otra forma, marcar un objetivo «basado exclusivamente en quitar el coche para que pase la bici no es correcto», según Merino, «si no existe una planificación general de movilidad. De lo contrario, la guerra y los problemas se trasladan a la sociedad». Se trata de «un diseño urbano que ni se entiende ni se disfruta» por parte de los logroñeses y que además «genera problemas de tráfico». También existen opiniones opuestas, como la expresada por la asociación Logroño en Bici, aférrima defensora de la batalla al coche y de las acciones emprendidas desde el Consistorio. Es más, lamentan la confrontación que genera «una ciudad sostenible».

Sin duda, el protagonismo de la legislatura que va tocando a su fin ha estado focalizado en la reforma de calles como Duquesa de la Victoria (en la que se volverá a actuar), Murrieta, República Argentina, avenida de Portugal o el proyecto previsto para San Antón. En los próximos meses le tocará el turno a Sagasta ya a Irlanda. Sin embargo, la apuesta por la movilidad sostenible parece olvidar otros aspectos de Logroño que «precisan de actuaciones urgentes». El también miembro del Colegio Oficial de Arquitectos de La Rioja (Coar) se refiere así a núcleos de población de tipología diferente y que «precisan de un análisis específico». Apunta a Varea y El Cortijo «que están abandonados» y en serio peligro de «convertirse en guetos». Tampoco aprueba el experto en urbanismo Valdegastea, «un modelo que desde luego no es por el que había que apostar». 

El casco antiguo, en boca de todos legislatura tras legislatura, también merece el análisis de Juan Carlos Merino. «Necesita un estudio concreto para ya porque se está deshabitando y necesita urgentemente de dotaciones que propicien usos permanentes». Cita como ejemplo las calles Portales y Bretón de los Herreros en las que «se debería apostar por un equilibrio entre el turismo, la vivienda habitual y los servicios».

ciudades dentro la ciudad. Otra de las cuestiones en las que profundiza el experto en urbanismo pasa por la planificación de la circunvalación verde de la ciudad y «por la definición de los espacios vacíos». Se trata, a su juicio, «de pequeñas ciudades dentro de la propia ciudad que necesitan ordenación». Cree que existe actualmente mucho suelo, y una vez más, «a través de Peris aislados que no se piensan en conjunto». También cree que la capital riojana arrastra un déficit histórico en accesibilidad, «aunque se van haciendo cosas». En definitiva, es consciente de que las ciudades deben adptarse a los objetivos de desarrollo sostenible pero ve actuaciones que no apuntan al concepto de ciudad compacta y sostenible.