Cien pueblos de La Rioja subsisten sin ningún tipo de comercio

R. Muro
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Constituyen cerca del 60% de los municipios riojanos en los que reside solo el 2,5% de la población de la región

José María, un vecino de Villalobar, compra pan, como cada día desde hace décadas, en el servicio ambulante desde Castañares - Foto: Ingrid

Cerca de cien municipios riojanos viven, o sobreviven, sin ningún tipo de comercio. Es otro de los cruentos azotes derivados de un fenómeno despoblacional que acecha con dureza fundamentalmente a los núcleos más alejados del valle del Ebro. Una actividad económica que más allá de centrar su análisis bajo una perspectiva estríctamente económica, que también, tiende a analizarse desde una visión sociológica y de servicio a los vecinos. De hecho, una de las variables lleva a la otra. Los datos facilitados por el geólogo David Antón apuntan a que, por lo general, estos cien municipios se encuentran fuera del valle del Ebro, donde se va concentrando la actividad comercial.  Cien municipios sin ningún tipo de establecimiento de venta directa que suponen algo más del 57% de las 174 localidades inscritas en el ámbito de la Comunidad. Cien pueblos en los que residen, según los datos que proyecta el Instituto Nacional de Estadística (INE), tan solo 8.321 riojanos. Dicho en términos porcentuales, cien pueblos en los que vive el 2,5% de la población total de la región, sin contabilizar las aldeas dependendientes de otros núcleos.

Una distribución poblacional, por tanto, que hace inviable la implantación, ni siquiera la permanencia, de un sector que subsiste de la proximidad con el vecino, «por mucho que se analice como un servicio». Se trata fundamentalmente de municipios que en la actualidad disponen de una población inferior a los 200 habitantes. Son los que sufren con toda su crudeza la desertización comercial. 

Teruel Existe, como recuerda Antón, presentó en este sentido una proposición de ley en el Congreso con el objetivo de incluir a los comercios de pueblos de menos de 200 habitantes, y también los bares, en la normativa que regula la denominada economía social en la que ya se integran cooperativas, fundaciones, centros especiales de empleo o empresas de inserción. 

Sin ayudas regionales. Por otro lado, provincias como León o Álava diseñan actualmente sus particulares estrategias para potenciar el mantenimiento o la implantación de comercio en entornos rurales. También la Agencia de Desarrollo Económico de La Rioja (Ader) abrió una línea de ayudas en 2023 destinada a la actividad comercial, tal y como señalan desde el Gobierno regional. Ahora bien, su apuesta habilitó un 5% de bonificación para los comercios que se instalaran en el casco antiguo de las ciudades o en municipios de hasta cinco mil habitantes. Es decir, no se concedieron «ayudas específicas» que apuntaran directamente a los pueblos más pequeños. 

Pero en medio de la desertización comercial, surgen excepciones. Nieva de Cameros, con 87 vecinos, constituye una de ellas y resquebraja la regla de los 200 habitantes. El pueblo camerano tiene carnicería y bar e incluso un punto de venta de butano para facilitar la reposición de las bombonas entre los vecinos.

"La venta ambulante no es negocio, es servicio"

Cada mañana, entre las 11.30 y las 12 del mediodía, el claxon de la furgoneta de El Horno de Fede suena por las calles vacías de Villalobar de Rioja. Alejandro Manzanos es uno de los propietarios, junto a su heramano y su madre, de un negocio familiar nacido hace décadas y que cuenta con tres empleados. Cada día llevan productos de primera necesidad, también algún refresco, a Villalobar de Rioja, Bañares y Baños de Rioja desde Castañares de Rioja, donde se ubica el horno. 

Alejandro repite estos desplazamientos desde 1997, «todos los días del año hasta el pasado domingo». El reparto se suspenderá a partir de ahora los festivos dominicales, «no he parado en estos 27 años», detalla Alejandro. 

La venta ambulante es la única solución para municipios como Villalobar donde apenas queda un bar-restaurante abierto y, por supuesto, ningún comercio. Residen habitualmente unas cincuenta personas, muchas de ellas ya mayores. Alejandro es consciente de que se trata de un servicio más que de un negocio. «Tenemos que compensar las ventas de ahora (en invierno) con las de verano», cuando el municipio riojalteño acoge bastante más población. «Venimos por servicio, por una relación de años atrás con los vecinos de estos pueblos y por el trato personal que ya tenemos con ellos». 

Resulta prácticamente imposible medir la rentabilidad de esta venta ambulante de primera necesidad pero es la única solución para muchos municipios. «Con el producto de elaboración propia -detalla Alejandro- conseguimos al menos no perder». Es bollería, pastelería y pan elaborados en el Horno de Fede en Castañares de Rioja. Productos que también distribuyen para su venta en otros establecimientos. Ahora bien, en el producto secundario como los refrescos, «no sacamos nada, pero ofrecemos servicio».

José María, vecino habitual de Villalobar, sale cada día al escuchar el sonido del claxon a por su barra de pan. Se dirige a Alejandro con el tono amistoso que crean años y años de relación pero también con el carácter humilde y alegre propio del medio rural. Los sábados «solemos ir a Santo Domingo a hacer compra grande», pero el día a día se soluciona a través de la venta ambulante de primera necesidad.

reparto en pandemia. Alejandro recuerda la pandemia como un momento extremadamente complicado. «La gente en los pueblos tenía miedo y a muchos les teníamos que dejar los productos en la puerta de casa porque ni nos abrían». Como bien de primera necesidad, se integraban en los servicios imprescindibles, pero alguno incluso «nos dejaban el dinero en el suelo» para que no hubiera contacto. 

Esta semana han tenido que alquilar una furgoneta porque la suya se encontraba en la ITV. Incovenientes comunes que también afectan a un servicio, que no negocio, en el medio rural.