Un nuevo futuro para un negocio con solera

Feli Agustín
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Los comerciantes de San Blas, satisfechos con la intervención, esperan que reactive el mercado y atraiga nueva clientela, descartan usos hosteleros y lamentan la falta de aparcamientos en el entorno

En la calle del Peso se ha establecido la zona de desescombro; en el interior apenas se notan las obras. - Foto: Ingrid

Inaugurado en diciembre de  1930  sobre un diseño de Fermín Álamo, el arquitecto de moda en aquel momento, el mercado de abastos se levantó en el mismo emplazamiento del anterior, sobre la iglesia de San Blas.  En 1987 el edificio fue restaurado y, a pesar de que se han realizado a lo largo de estos 35 años algunas adaptaciones, no se ha acometido ninguna actuación integral en más de tres décadas.

Se procede ahora, gracias a 4,1 millones procedentes de fondos europeos, a una intervención que pretende introducir el mercado en el siglo XXI, con el fin de revivir un espacio que mantiene una clientela tradicional. De momento, se han derribado las paredes interiores de los pisos superiores, que se están desescombrando, y se han colocado unos paneles para evitar que el polvo alcance los puestos de la planta baja de fruta o carne, que no han visto interrumpida su actividad comercial. La obra prevé, como aspectos clave, acondicionar precisamente  esta planta, donde seguirá la alimentación, y la primera para acoger una zona de uso polivalente y, aunque la función específica de estos espacios y de la segunda planta está por definir -se ha barajado la celebración de eventos, talleres formativos o espacios para emprendedores-, los comerciantes de la plaza contemplan con esperanza el resultado.

«Confiamos en que aumente el número de clientes, que ha descendido un poco en los últimos años», señala Íñigo, que atiende con su padre la carnicería Luis Terroba, y considera que cualquier reforma ayudará a reactivar el mercado. Valora la incorporación de nuevas tecnologías que faciliten la recogida de alimentos, en concreto los smart lockers, esto es, taquillas refrigeradas donde los comerciantes podrán depositar los pedidos que  los clientes recogerán cuando les sea más conveniente. «Me parece que está muy bien», apunta el carnicero que, al igual que numerosos comerciantes, ya realiza entregas a domicilio.

Con más de 40 puestos, entre el interior y el exterior, «prácticamente todos en funcionamiento»,  Alfredo Iturriaga, presidente de la Asociación Plaza de Abastos, y que regenta una carnicería con su hermano David, resalta el «servicio a domicilio de cercanía», que se va a realizar con vehículos ecológicos. «Pensamos que en Logroño, que es una ciudad en la que todo está cerca, puede funcionar muy bien el reparto de última milla», señala Iturriaga, que espera que más allá de reactivar las compras en la plaza, el arreglo de San Blas dote al mercado atractivo turístico. 

Con la incógnita compartida sobre los usos con los que se van a dotar a los pisos superiores, espera que se les busquen utilidades «turísticas, comerciales o culturales» que, ubicadas en un edificio «emblemático», cumplan las expectativas de aumentar el atractivo de la plaza. Coincide con el resto de sus compañeros en descartar un uso hostelero-gastronómico en el mercado, ubicado en las inmediaciones de Laurel, San Agustín y San Juan. «El enclave en el que estamos  supone la mayor concentración de metros cuadrados de hostelería de toda Europa», afirma el comerciante, aspecto que destaca Pedro Martínez.  Propietario de Frutas Pedro es, en estos momentos, el comerciante más afectado porque el desescombro se realiza a través de la calle el Peso, donde se ubica su establecimiento. «Nos ha tocado lo peor pero, afortunadamente, tenemos media calle para trabajar», señala Martínez que destaca que «cualquier obra de mejora siempre es positiva».

No obstante, introduce un nuevo elemento para la reflexión: la necesidad de atraer nuevos negocios y, en este contexto, recuerda la falta de actividad en la primera planta durante años. Al respecto, propone contratar a un profesional, ajeno al mercado, para dinamizar el espacio y capaz de atraer gente más joven y propone instalar  una ludoteca.

Estacionar. El aparcamiento o la falta de él es la queja más compartida entre los comerciantes;«aparcar en el centro es un auténtico problema», señala Íñigo Terroba, aspecto en el que coincide con Mónica Rubio, de Verduras Sarramián. Optimista con las nuevas medidas de digitalización, lamenta la falta de aparcamientos, que dificulta el estacionamiento a los clientes y los lleva a los centros comerciales. Martínez destaca las cortapisas que supone esta ausencia  y, al respecto, propone al Ayuntamiento que se establezca de mediador entre el parking subterráneo vecino y el mercado para que los comerciante puedan ofrecer tarifas competitivas a sus clientes.  Iturriaga «se queja» de la falta de transporte público. «Ha habido gran abuso del coche, pero en esta zona, con todas las calles peatonales, se necesita autobús urbano urgente», apela el carnicero, que «ha perdido la cuenta» de las veces que ha realizado esta demanda a esta y la anterior corporación.

 «La obra es muy necesaria, porque es una pena que esta plaza, que ha tenido tanta vida, esté languideciendo», reflexiona Rubio, resumiendo el sentir general.