"No se puede combatir la leyenda negra con leyenda rosa"

Gustavo Basurto
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Periodista y escritor, Antonio Pérez Henares 'Chani' habla y escribe sin tapujos. Vehemente y fino diseccionador de la actualidad política, le indignan las cesiones de Sánchez para la investidura y el eco que la leyenda negra halla en la izquierda

Antonio Pérez Henares. - Foto: Juan Lázaro.

Colón, Juan de la Cosa, el espadachín Ojeda, los Pinzones, los caciques Guacanagarí y Caonabo, la bella Anacaona, los grumetes Trifoncillo y Alonso...Son personajes que dan vida y testimonio de realidad a La Española, la última  novela de Antonio Pérez Henares (Bujalaro, Guadalajara, 1953), en la que ficción e historia se entreveran en un relato que abre una ventana de 500 años a la emoción del descubrimiento de América y a la verdad por encima de leyendas negras. Autor de largo recorrido y periodista curtido en todos los formatos, Pérez Henares presenta hoy en Logroño (Espacio Lagares, 19 horas ) un libro evocador que cuenta la historia de un imperio que se gestó en una isla caribeña, La Española.

Escribir sobre la conquista de América con la que está cayendo en cuanto al revisionismo histórico ¿no es una provocación?

No. Es autodefensa de nuestra historia y de la verdad, frente a tanta ignorancia y estupidez sobre el descubrimiento (de América), posiblemente el viaje más trascendental de la historia de la humanidad. Nosotros íbamos buscando otra cosa y encontramos algo que el mundo conectado hasta entonces, Europa, Asia y África, no conocía. Ese se llama descubrimiento. La repercusión fue tan trascendental que cambió la percepción que tenía de sí mismo el mundo, que además se volvió el doble de grande. Es un hecho histórico inmenso en el que sucedieron un montón de cosas acordes con lo que era aquel tiempo. 

Entre esas cosas, hubo aportaciones positivas,  pero también abusos. ¿Dónde ponemos el punto justo en aras de la verdad?

Si en el colmo de la estupidez se juzga lo sucedido hace quinientos años  con los criterios, modas y extremos de hoy y se convierte en algo a lo que se le pone el epígrafe de progresismo, eso es pura ignorancia. Alguien que juzga el pasado con los ojos del presente demuestra su propia imbecilidad. Quise escribir esta novela para poner negro sobre blanco  aquel momento trascendental, con personajes que hoy son historia del mundo. No se puede combatir la leyenda negra con leyenda rosa, porque también hay que poner negro sobre blanco las atrocidades que se cometieron, dentro de los parámetros de la época. Una atrocidad como la esclavitud fue entendida durante milenios como algo natural cuando se ganaba una guerra. Que la reina Isabel prohibiese esclavizar a los indígenas y las Leyes de Indias se plantearon por la razón de que eran súbditos de la corona española. 

¿La leyenda negra le ha ganado la batalla a la historia?

Absolutamente. Pero lo que más me duele es que haya impregnado a parte de la población española, con terribles bulos y mentiras, y se haya convertido en algo que casi se enseña en los colegios y es doctrina universitaria. Recuerdo que en un curso de verano que dirigí en El Escorial, Henry Kamen se quedó pasmado ante lo que decían alumnos universitarios y señaló que desde el rigor histórico la leyenda negra no se la cree nadie. Y sin embargo, aquí cada 12 de octubre, un imbécil salta con que aquello fue un genocidio y que debemos avergonzarnos de ser españoles.

El mundo anglosajón ha 'vendido' sus conquistas con una visión mucho más civilizada, tal vez gracias al cine.dio y que debemos avergonzarnos de ser españoles.

Un dato: en el imperio hispano, el matrimonio interracial y sus descendientes, origen de todo ese mestizaje que llega prácticamente al ochenta por ciento de la América hispana, tenían todos los derechos reconocidos en 1514, mientras que Estados Unidos permitió el matrimonio interracial en 1967. ¿Y nosotros somos los racistas? 

¿Y de dónde viene esa singularidad española de flagelarse con esa culpa frente a otros imperios que han dulcificado los hechos históricos?

La izquierda española no era así hace cincuenta años, ni mucho menos; ni la del 27, ni la del 98...Ha sido ahora, de pronto, cuando al perder sus elementos clásicos se buscan los 'ismos', el indigenismo, el animalismo... ¡Si estamos llegando a la aberración de poner como elemento de aprecio cultural al imperio más terrorífico que ha conocido Mesoamérica, el de los mexicas, lo mismo que el mundo Maya, dominados por teocracias que tenía por costumbre sacrificar a miles de personas a corazón abierto y luego comérselas! Y eso se plantea ahora como gran cultura. Hay un ataque esencialmente a la historia española, porque parece que con lo que hicieron los otros imperios coloniales no pasa nada. Cuando a España le echan de allá, Humboldt y los demás canonistas de la época dicen que América hispana era la región más emergente, próspera y adelantada del mundo. Había grandes metrópolis desde México a Monterrey, Veracruz o Lima; las rutas comerciales eran impactantes; el español era la lengua franca de todos los mares;y al sur de Río Grande había más de veinticinco universidades y al norte, ninguna. Lo quedó allí era la envidia del mundo.

¿Y culpa de esa visión a la izquierda?

Cada vez estoy más alucinado de los comportamientos de lo que a sí misma se llama izquierda. Yo he pertenecido a la izquierda desde joven, he sufrido por ella y mantengo muchos de sus valores. Pero veo comportamientos que me producen estupor por la merma intelectual a la que se está llegando. 

Da la impresión de que en España resulta complicado sustraerse a la interpretación de la historia del descubrimiento de América según se sea de derechas o de izquierdas. 

¿Qué es eso de interpretar la historia? Aquello se produjo en un contexto, con unos valores y unas gentes y esa es la clave. Y está escrito desde lo bueno a lo regular y a lo malo;en eso también somos romanos y lo hemos dejado todo anotado, porque fue un montón de gente que sabía leer y escribir, desde Fernández de Oviedo a Bartolomé de las Casas, primero conquistador, encomendero y luego gran defensor de los indios; aunque yo siempre he preferido a fray Antonio de Montesinos, que fue el primero que levantó la voz en plena misa, delante del virrey Colón, su hijo y su mujer. 

¿Con su novela pretende aportar luz y poner la historia en su sitio?

He escrito esta novela porque estoy hasta las narices de que permitamos de manera sistemática que la cultura dominante, oficial y hegemónica sea insultar a nuestros abuelos, porque cuando  insultas a la historia de España, estás insultando a tus abuelos. Y la razón esencial de que en América esa falsedad del genocidio se caiga por todos los sitios es que el porcentaje de población mestiza es inmensamente mayoritario. ¿Por qué no hay indios en Estados Unidos y toda la América hispana está llena de mestizos? Porque en un sitio sí hubo un genocidio organizado y terrible y en el otro hubo mestizaje. Y eso está por encima de que en un momento determinado canallas, como Pánfilo de Narváez, en Cuba, Ovando, en La Española, u otros muchos hicieran atrocidades. Y eso también sale en la novela. 

El presidente mexicano, López Obrador, y otros se han empeñado en mirar el pasado con las lentes de hoy. En un ejercicio intelectual en sentido contrario, ¿qué cree que diría Colón y los suyos de cómo interpretamos hoy sus gestas?

Se quedarían atónitos, porque cada barco que volvía a Sevilla cambiaba el mundo. Ellos tenían la idea de que estaban haciendo algo impresionante; y que ensanchar los reinos de su majestad o llevar al Dios cristiano era honor y gloria para un hidalgo. Pero, yo me quedo perplejo ante la estupidez, porque esto (criticar la conquista española) históricamente es una aberración y que se entienda como progreso es estúpido. Y no haría falta ir a Colón;hoy, la generación del 98 y la del 27 o toda la historiografía española lo pondrían en ese mismo sentido. No estamos ante intelectuales, sino ante sectarios ideológicamente formados en algo que pretenden inculcar como si fueran los sacerdotes teocráticos del pensamiento único. Y si no estás en eso, eres un facha. ¡Que me llamen lo que quieran! ¿Y qué dice López Obrador? ¡Pero si es nieto de un sargento de la Guardia Civil de Santander;que me lo dijo Revilla!

¿Y cómo verían hoy aquellos conquistadores una España más pendiente de no desgajarse que de ampliar sus dominios?

Me imagino que si eso se lo dijeran a Alonso de Ojeda, que fue el mejor espadachín de todas las américas y si, ya de paso, insultabas a la Virgen, lo más probable es que se batiera contigo. Y yo con Ojeda no me batiría, porque dicen que en mil duelos no le sacaron sangre ni una vez. Es uno de los personajes clave de mi novela y era de origen alcarreño, como yo. De hecho, la imagen de la portada del libro es el desembarco de Ojeda en la bahía de Calamar, que no es otro sitio que Cartagena de Indias. 

En La Española, ¿hay un interés por aprovechar el tirón de la novela historia, un intento por poner en su sitio a la llegada de los españoles a América o un reto pendiente de sus andanzas por la Ruta Quetzal?

Es un reto personal y algo muy emocional. Me decía Miguel de la Quadra-Salcedo que no se es español del todo hasta que se siente Hispanoamérica como algo propio. En realidad, nosotros somos romanos y fuimos una provincia de ese imperio tan exitosa que hizo lo que hizo Roma, replicar España y su lengua en el mundo. Hoy, Trajano estaría satisfecho de ver que sus descendientes hispanos llevaron la lengua del imperio hasta el otro continente y sea la segunda más hablada en el mundo. Eso es la hispanidad. 

¿En qué papel imagina hoy a aquellos personajes ansiosos de buscar nuevos territorios, a qué se dedicarían?

En el momento del descubrimiento, muchos de aquellos guerreros castellanos se habían quedado sin trabajo, porque se había culminado la reconquista la Granada. O se iban a las guerras italianas o a América, donde se les abrió una puerta espectacular. Conocemos a los que sobrevivieron, pero la mortandad fue terrorífica entre los españoles. Es cierto que hay una mortandad enorme entre la población indígena, los taínos fundamentalmente, por algo que va más allá de las matanzas y que fueron enfermedades para las que los europeos estaban más o menos inmunizados. En La Isabela, en el segundo viaje de Colón, iban diecisiete naos y casi de dos mil españoles, al cabo de un año no quedaban ni la mitad.

¿Con qué idea le gustaría que se quedase el lector de La Española?

Que está leyendo una historia novelada, en la que hay también entreverados personajes de ficción. Es una novela muy vivida, porque he recorrido esos sitios con Miguel de la Quadra-Salcedo, siguiendo las expediciones  de Colón, de Ojeda o de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. De alguna manera, intento entrar por la ventana del tiempo en lo que era la mente, el corazón y los actos y sueños de aquellas gentes. Irse quinientos años atrás a aquel desembarco en la bahía de Calamar o a aquellas travesías terribles. O a las historias de amor, como la de Ojeda con Palaaira Jinnuu, una venezolana con la que se casó y tuvo tres hijos.

Ya abordó la conquista de América en otro libro, Cabeza de Vaca. ¿Habrá más entregas de esa temática?

De esto descansaré; luego volveré a otra de mis pasiones, la Edad Media. Y en nada, quizás a la Prehistoria. Pero también volveré a América en cuanto pueda. Los personajes de La Española ya aparecieron en Cabeza de Vaca más viejos, como el grumete, amigo del hijo de Juan Niño, que existió y era un grumetillo de 14 años. 

En su faceta periodística, dejó las tertulias de televisión, pero sigue diseccionando la actualidad en columnas de prensa. Tal vez escribir invita a una mayor reflexión, pero usted sigue sin morderse la lengua.

La reflexión no significa quedarse mudo, no decir la verdad o tener que tragar como verdad lo que es una mentira cochina. Como testigo y partícipe de la transición y de los últimos años del franquismo, lo que está ocurriendo en España me tiene horrorizado. He visto muchas cosas, pero nunca que un presidente traicione la palabra dada a cambio de su puesto y ya lo damos por hecho. Pero que traicione también a la Constitución, a la nación española y a la soberanía del pueblo español, que es lo que está haciendo Sánchez, no lo había visto nunca. Y me da mucha pena, mucho miedo y mucho asco. 

Si seguimos a los clásicos con aquello de que 'la política es el arte de lo posible', ¿ve posible un referéndum de autodeterminación en Cataluña?

No es que lo vea posible, es que es muy posible que lo tengan pactado y lo llamen de otra manera. Dirán los esbirros colocados en el Tribunal Constitucional que es constitucional, cuando la Constitución dice claramente que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado. Sobre Cataluña tengo yo el mismo derecho a opinar que un tío de Reus, porque es parte de la nación.