Tensión intramuros

R. Muro
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La prisión de Logroño, en especial dos módulos, registran más agresiones en dos años «que en los últimos quince». Llegan presos conflictivos que «no deberían ingresar en un centro de Categoría C», dirigido a internos de perfil bajo

Vista de una torre de vigilancia de la cárcel de Logroño - Foto: Ingrid

Sus más de cien mil metros cuadrados superan incluso la superficie de alguno de los pueblos más pequeños de La Rioja ya sin contar su densidad de población. A las 8.30 horas suena la llamada al desayuno, momento en el que 277 presos del centro penitenciario de Logroño desfilan hacia el comedor para la primera comida del día. Arranca una nueva jornada que «nunca sabes qué deparará». La tensión de muros para adentro se ha acentuado en los últimos dos años y medio en el penal de la capital riojana. Sobre todo en los módulos 5 y 6. «Ha habido más incidentes en este tiempo que en los últimos quince años», coinciden los delegados de Acaip, sindicato que vela por los intereses de los funcionarios de prisiones.

Tras el desayuno, los internos se dedican a sus quehaceres, los que quieren. Unos van al gimnasio, al patio, al taller... 

El centro penitenciario de la capital riojana es de Categoría C, es decir, dirigido a presos de perfil bajo, poco problemático. Pero esto ha cambiado, la categoría sigue siendo la misma, pero el perfil de los internos no responde a la catalogación. Estos días ha llegado en conducción un ciudadano sudamericano «lleno de cicatrices que había sido miembro de las FAR». Llegó de la prisión de Basauri, donde «había tenido dos peleas en diez días» y no es el perfil de preso que «corresponde a la Categoría C», detallan. Hace dos meses, cinco presos protagonizaron «un plante», que no llegó a motín, «porque decían que la comida estaba fría». Fueron puestos en aislamiento y alguno de ellos trasladado a otra prisión, entre ellos uno de los acusados, ahora en Zuera, por los hechos de Viniegra que acabaron con el hallazgo de un hombre fallecido en un pozo en lo que todo apunta a un ajuste de cuentas relacionado con el narcotráfico. 

La semana pasada sin ir más lejos, se generó una pelea entre tres internos motivada por el robo de yogures, una sudadera y tabaco. «Un funcionario tiene que entrar a un módulo a pecho descubierto en el que hay hasta 60 presos» y sofocar el altercado. «Tampoco recibimos formación específica» en este sentido teniendo en cuenta que intramuros, convive gente que «no ha sabido convivir en sociedad, y «dentro se juntan todos». 

Recuerdan los delegados de Acaip que se han producido varias agresiones, cinco de ellas muy graves como el intento de estrangulamiento a un funcionario que llegó a perder dos piezas dentales. El preso llegó en conducción a Logroño con unos permisos carcelarios que siguió disfrutando tras los hechos. 

14 horas: Los 277 internos de la prisión logroñesa acuden al comedor para regresar después a sus celdas para disfrutar de la tan española siesta. Tras el descanso vuelven a sus voluntarios quehaceres. 

Su custodia y seguridad es responsabilidad de 171 funcionarios de prisiones, «37 menos de los que recoge» el plan de personal de Instituciones Penitenciarias para el centro penitenciario de la capital riojana.

Ingenio y armas. Dentro de la rutina diaria se realizan registros. No es algo habitual, pero tampoco esporádico, encontrar pinchos elaborados mediante el ingenio que habilita la vida entre cuatro paredes. Armas fabricadas con un mechero al que se une mediante calor hierro de encofrado; escobillas de váter perfectamente afiladas; o cuchillas de afeitar a las que, tras extraer la propia cuchilla, la han unido al mango a modo de navaja. Todo ello se ha encontrado en la prisión de Logroño. Con una de estas improvisadas armas, un interno extorsionó a otro preso encargado del economato con el objetivo de obtener más alimentos. «Estas armas se usan para defenderse, pero también para extorsionar», matizan los delegados sindicales incluso «para robarse medicamentos entre internos».

Son situaciones que se dan en un centro penitenciario de Categoría C, de presos de perfil bajo, que en los últimos tiempos no lo son tanto. los funcionarios cobran menos que en centros A o B, pero la conflictividad se asimila peligrosamente. «Se está convirtiendo en una prisión de paso para funcionarios que vienen a Logroño sabiendo que cobrarán menos pero que también se enfrentarán a una menor conflictividad. Cuando ven que no es así, se van».  Todo ello se ha trasladado a la delegada del Gobierno en La Rioja, al defensor del Pueblo y, evidentemente, a los responsables de Interior. Lejos de mejorar, «tiene visos de que irá a peor», señalan desde Acaip.

A las 19.45 horas, de nuevo llamada al comedor y de ahí a las celdas. Los funcionarios tienen potestad para esposar a un interno pero  desde Madrid «recomiendan que no permanezca esposado más de media hora». La única herramienta de defensa de un funcionario «es el boli y amenazar con escribir» un expediente para un colectivo que no ostenta el grado de agente de la autoridad. Es decir, «si pegas a una enfermera es delito; si pegas a un funcionario de prisiones, es u incidente», lamentan. «Somos los grandes olvidados». 

La continua llegada de presos «conflictivos» del País Vasco

Desde el sindicato Acaip miran hacia el convenio «político» suscrito entre el Estado y el País Vasco para el traspaso de las competencias penitenciarias como, al menos, parte del aumento de la conflictividad en otras cárceles de España, entre ellas Logroño, pero también las de Zaragoza, Burgos, León, Oviedo o Palencia.

La política de acercamiento de presos etarras está llevando, tal y como denuncian los delegados sindicales, a meter en conducción, es decir, a trasladar a otros internos a otros centros como el de la capital riojana. Es, a juicio de los representantes de Acaip, «el pago de favores a formaciones políticas» que han apoyado al Gobierno de Sánchez. «En Logroño tenemos déficit de infraestructuras, de personal y de formación» como para asumir internos que llegan con un expediente de conflictividad. Desde Madrid, continúan, ven que el ratio de funcionarios por internos es suficiente, «pero la realidad dentro es otra bien diferente», lamentan. 

Desde una perspectiva estrictamente laboral, llevan décadas con el salario congelado, «ni siquiera el IPC», con lo que «el 9,5%  que han dicho ahora» parece algo parecido a un milagro. Incluso el uniforme, que «se confecciona dentro de la cárcel, es actualmente un desastre.No hay forma de tener dos polos de la misma talla y tenemos camisas en las que cabemos dos». De hecho, el calzado «lo compramos fuera porque el que nos dan es de un plástico insoportable». 

Los delegados de Acaip no ven mejoras, al menos, a medio o corto plazo. Tampoco focalizan la responsabilidad en el actual Gobierno de España. «Esto viene de lejos».