Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


La 'inoportuna' visita de Juan Carlos I

17/04/2023

Contra lo que se pensó hace tres años que ocurriría, porque en España todo 'affaire' se olvida en pocas semanas para ser sustituido por algo 'más gordo', la salida de España de Juan Carlos I hace casi tres años para irse a vivir a Abu Dabi permanece como una permanente y viva anomalía política. Si, para colmo, el llamado emérito, sin duda ya la figura más polémica en la historia de la España democrática, viene 'por sorpresa' al país en el que ocupó la Jefatura del Estado durante cuarenta años, sin siquiera consultar la cuestión con su hijo el Rey Felipe VI y, encima, llega en pleno combate preelectoral, la cuestión adquiere un elevado voltaje. La Corona no puede, en momentos en los que todo, o casi todo, está cuestionado y sometido a debate, verse involucrada en una polémica, y menos en una familiar de esta envergadura.

Algo marcha mal en este terreno, precisamente cuando las figuras de Felipe VI y de su esposa, la reina Letizia, alcanzan cotas de popularidad que para sí las quisieran los políticos mejor acogidos por los sondeos de opinión. El viaje de Juan Carlos I para participar en una regata en Sanxenxo, sin siquiera, a lo que parece, haber prevenido a La Zarzuela, es, en estos momentos, "inoportuno". Así, dicen, lo piensan tanto en la irritada Casa del Rey como en el Gobierno, donde saben que la incómoda llegada del emérito hará renacer las tesis de que su salida de España, el escándalo de sus irregularidades, fueron mal gestionados, tanto desde La Zarzuela como desde La Moncloa. Y aquí, en lo que esta semana puede ocurrir, están las pruebas.

Juan Carlos de Borbón no es un ciudadano cualquiera que puede hacer lo que le parezca, aunque legalmente sea así: se debe a la institución que ahora encarna su hijo. Y Felipe VI no puede seguir permitiendo que se ofrezca la imagen, derivada de las malas relaciones de su entorno con el de su padre, de un enfrentamiento familiar que puede traer serias consecuencias para la Corona, especialmente si Juan Carlos falleciese fuera de su patria y en tierras tan extrañas como los emiratos.

Es preciso un cambio de interlocutores en ambos entornos para que, al menos, se solventen problemas de protocolo --que es siempre la mayor fuente de conflictos entre los humanos-- tan graves como que el emérito sea eventualmente recibido por Macron y por Carlos III de Inglaterra y no se encuentre siquiera con su hijo en Madrid. Es urgente que Juan Carlos I encuentre ya acomodo en España, independientemente de sus deseos de mantener su fácil vida en Abu Dabi; y, para ello, lo más necesario es que los círculos próximos de padre e hijo se entiendan, al menos dialoguen en profundidad.

Juan Carlos I no podría reclamar honores y reconocimientos que probablemente ha perdido por su propia culpa. Ni tampoco comportarse como un niño travieso que, amparado por amigos como el regatista Pedro Campos, por cierto compañero mío de colegio y con quien no he podido tratar estos extremos, puede hacer lo que le venga en gana. Pero, al mismo tiempo, creo que tiene derecho a residir pacífica y confortablemente en el país en el que reinó durante cuatro décadas. Ese país inquieto, bullicioso y hasta cierto punto inestable, en el que se va a librar una importante batalla electoral que condicionará muchas cosas en el futuro.

Y la Monarquía no puede ser una parte, y encima sustancial, de esa batalla que afecta desde a la ley del 'sí es sí' que se vota este jueves hasta a la gestión de la sequía y al coto de Doñana, o a la polémica sobre si la nueva regulación de la vivienda mejora o arruina el mercado del alquiler, por poner apenas unos ejemplos. Todos estos debates sin duda pasarán, porque en parte son impostados y exagerados por las partes en conflicto; pero el que afecta a la forma del Estado no pasará, porque de él dependen muchos valores básicos de nuestra política.

Qué más quieren algunos socios del Gobierno del Reino de España que una buena polémica que afecte a esa forma del Estado, precisamente en estos momentos en los que todo vale en la lucha por el poder y cuando deberíamos todos estar concentrados en torno a cuestiones más urgentes e importantes para nuestras vidas cotidianas. La Corona ha de estar por encima de debates, sustos, sorpresas y rencillas internas. Creo que Felipe VI, un gran profesional, lo sabe, aunque quizá algunos de sus asesores no lo demuestren tanto. En cuanto a Juan Carlos I, hay que reconocer que acaso se deje llevar por algunas veleidades, pero no me cabe duda ni de su amor a España ni de su vinculación, faltaría más, a la causa que ahora encarna, y muy bien, su hijo. No, esta visita no debería producirse ahora, pienso yo también.