Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Doña Leonor y los tiempos, que cambian una barbaridad

28/10/2023

Se me queja un amigo, ya jubilado de sus quehaceres diarios, pero no de toda actividad profesional, de que, contra lo que ocurrió con el juramento de Felipe de Borbón, esta vez no ha recibido invitación de La Zarzuela para asistir el martes próximo a la recepción en el Palacio de Oriente, posterior al acto solemne de la jura de la Constitución por parte de la princesa de Asturias en el Congreso de los Diputados. Es más: se lamenta de que no fue muy amablemente tratado por el funcionario correspondiente cuando llamó para saber si sería finalmente invitado. "No caben todos", parece que le soltó.

-Es que los tiempos han cambiado mucho desde 1986, cuando el juramento del hoy Felipe VI- le dijo.
-Claro, pero es como si se estuviese prescindiendo de nosotros, los que tenemos más de sesenta y cinco, olvidando todo lo que hemos hecho y todavía hacemos- responde, desconsolado. Cierto que mi amigo tiene muchos méritos acumulados en favor de la nación, pero ¿quién los recuerda?.

Esta conversación me trajo a la cabeza una reflexión que supongo que todos, con el paso del tiempo, nos hemos hecho: la implacabilidad del cambio y del relevo. Lo que ocurre es que nunca como ahora se ha vivido una transformación en la sociedad del calibre de la actual. Y me parece que la llegada de una mujer, Leonor de Borbón, a la primera fila de la sucesión en la Jefatura del Estado evidencia perfectamente algo que me duele reconocer: que ha desaparecido una época, la que creíamos dorada del 'espíritu del 78', para dar paso a otra, vertiginosa, en la que me temo que la Constitución no está ya en el primer plano, sino en otro en el que, quizá por nuestra pereza o cobardía en reformarla, la ley de leyes es demasiado 'interpretable'.

Sí, generaciones enteras de servidores públicos o de representantes por varios motivos de la sociedad civil no van a ser, obviamente, invitadas al Palacio de Oriente cuando antes sí lo eran. No caben todos, como le dijo a mi amigo el funcionario implacable con el que contactó en La Zarzuela. Y es cierto. Lo peor es que quienes sustentaron una forma más o menos consensuada de hacer política han desaparecido de la primera línea y ahora hay otros, a los que no conocemos bien, en su lugar. No hay más que ver a todos esos insignes socialistas de los tiempos de Felipe González y de Zapatero, en privado tan disconformes con la política que está haciendo su sucesor Sánchez, pero silentes y acatadores -supongo- en público, para darse cuenta de que 'esto' ya nada tiene que ver con 'aquello', y si no te gusta, ajo y agua.

¿Fraga?¿Carrillo?¿Arzalluz? Están en el ilustre panteón de los olvidados por las nuevas, y no tan nuevas, generaciones, que bastante tienen con acomodarse a este loco paso de los acontecimientos, cada día más imprevisibles. Y quienes quedan, Felipe González, Miquel Roca, Miguel Herrero de Miñón, el propio emérito -aunque no haya que mezclar, desde luego, unos casos con otros_ se resignan a un cierto ostracismo. Lo digo viendo una fotografía de ayer, de Felipe VI junto a Isidro Fainé y Antonio Garrigues Walker, que tanto representaron hace no demasiado tiempo y a los que hoy casi sorprende verlos allí, en primera fila en una convención empresarial presidida por el jefe del Estado.

Asistiré en el Congreso de los Diputados -tampoco he sido invitado, ni tendría por qué serlo, a la recepción en palacio- a la jura de Leonor. Sabiendo que se da un paso irreversible, que tal vez la joven heredera aún no acierte a comprender cabalmente, aunque estoy seguro de que sus padres sí, hacia una modernidad que políticamente resulta algo 'líquida' y difícil de explicar, que tecnológicamente se ha disparado y que socialmente tendrá consecuencias imprevisibles.

Sí, porque nosotros, los mayores de sesenta y cinco, seremos el treinta por ciento de la totalidad de los habitantes de España dentro de ni siquiera una década. Y para entonces nada será reconocible, muy poco estará anclado al presente que ahora conocemos. Y, sin embargo, es posible que Leonor -la 'princesa más bella de Europa', titulaba, pelota, una revista del corazón- aún ni siquiera se haya incorporado a su reinado, porque, para entonces, su padre apenas se habrá unido a esa legión de sexagenarios que aún tienen mucho que hacer, afortunadamente en el caso de Felipe VI, aunque los otros no sean invitados a palacio.

Y peor: acaso los sucesores de quienes hoy, aunque invitados por su cargo y representación, se niegan a asistir a estos 'fastos', seguirán despectivamente ausentes, como si los tiempos, arrollándonos, no estuviesen mudando a toda marcha. Como si, parodiando a Don Hilarión en 'La Verbena de la Paloma', estrenada en 1894, hoy las ciencias no estuviesen adelantando que es una barbaridad. Y nos provocan, claro está, muchas sorpresas.