«Echo un poco de menos poder tocar el saxofón»

El Día
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El director general de Cultura se considera un «loco» de la música, pasión a la que ha dedicado media vida; en su casa tiene media docena de saxos, instrumento en el que se ha licenciado

Roberto Iturriaga, en la Sala Gonzalo de Berceo que antes de acoger la Filmoteca Rafael Azcona fue Conservatorio. Fue aquí donde el director general se inició en el saxo. - Foto: Óscar Solorzano

Uno podría pensar que por acostarse a las tres de la mañana lleva vida de artista pero nada más lejos de la realidad. Roberto Iturriaga (Lardero, 1979) madruga después de presentar Actual, hasta las tantas, al público madrileño. El director general de Cultura está para tocar en el festival aunque sus cometidos son otros.

El responsable del festival, y de la cultura riojana, se define como un «loco» de la música, actividad en la que se siente «realizado» y a la que, antes de asentar sus reales en el Palacio de los Chapiteles, le dedicaba muchas horas de su vida.

De hecho, es un consumado saxofonista, instrumento del que se licenció en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, «muy cerquita de Atocha», rememora, al que acudió tras completar el Grado Profesional en Logroño y acabar su carrera académica (Magisterio Musical) en la Universidad de La Rioja. De hecho, la foto que ilustra este reportaje tiene lugar en la Sala Gonzalo de Berceo, escenario que tiempos ha de convertirse en la Filmoteca Rafael Azcona acogió el Conservatorio, antes de trasladarse a LaBene.

Su vocación musical viene de familia. «Mi padre tocaba la trompeta en la charanga de Lardero (Los Marchosos) y mi hermano es pianista profesional en el (Teatro) Real», informa. Su mujer toca el piano de cola, siendo este uno de los muchos instrumentos que adornan su casa: «Tengo tres saxófonos altos, dos tenores y uno soprano». Pero, además, este hombre orquesta de la cultura riojana también toca «el bajo eléctrico, «la tuba, el trombón de varas y la flauta dulce». Este último le ha acompañado en toda su carrera docente «en el San Fernando de Nájera, donde estuve quince años, y en el González Gallarza de Lardero». Además, ha tenido tiempo para poner en marcha la academia Assai Più Musica. No cuesta colegir que la «música» y la «docencia» son dos de sus pasiones aunque la política le ha obligado a aparcar ambas dos. «Echo un poco de menos poder tocar el saxofón», se lamenta. 

Es un apasionado del invento de Adolphe Sax hasta el punto que uno de sus sueños es «visitar Dinant», la ciudad belga de la que es oriundo el padre del saxófono.En cualquier caso, sus maestros no son el músico valón y sí «Francisco Martínez, que fue mi profesor, Manuel Miján y el navarro Pedro Iturralde». Por supuesto, también admira a «Charlie Parker» o «Kenny G».

Su formación como saxofonista fue «clásica», no en vano el Claro de Luna de Debussy es su tema preferido aunque no le hace ascos a los estándares de jazz como «My Funny Valentine o Black Orpheus». Eso sí, su playlist actual está copada, hasta el 7 de enero, por «Lori Meyers o Ocean Colour Scene».