La pluma y la espada -

Soneto V


Antonio Pérez Henares - 29/05/2023

Su literatura empezó muy pronto. Ya en su primera juventud, Lope de Vega escribió un romance morisco de temática amorosa, aunque se titulara Ensíllenme el potro rucio, que se hizo muy popular y que las gentes se sabían de memoria y recitaban por las calles madrileñas. Una estrofa, la más famosa, decía así:

Acuérdate de mis ojos,

que muchas lágrimas vierten,

y a fe que lágrimas suyas

pocas moras las merecen.

Góngora, picado por el éxito del otro, no dejó pasar la ocasión de intentar ridiculizarle y contestó con otro romance con el título Ensíllenme el asno rucio. Contenía los siguientes versos:

Acuérdate de mis ojos,

que están, cuando estoy 

ausente, encima de la nariz

y debajo de la frente.

Desde entonces no se perdonaron una. La siguiente fue la parodia de Lope a Góngora por su ampulosa creación A vos digo, señor Tajo, tan vitriólica que algunos dudan de su autoría y se la atribuyen a su amigo Quevedo, que aunque más joven que éste, saldría en su defensa en muchas ocasiones.

Lo cierto es que el andaluz se consideraba superior y en un más elevado plano lírico que el madrileño, y su popularidad le reconcomía porque, además, el otro ganaba buenos dineros por ello y él no iba precisamente sobrado en ellos empeorando las cosas por su excesiva afición a los naipes. Estos le hicieron acabar en la miseria más extrema. Pero no era Góngora, sacerdote también y más acorde con los hábitos que Lope, el hombre disgustado y agrio que pudiera parecernos, sino un buen conversador, amable y risueño, sobre todo en sus años jóvenes y que cuando sacaba la sátira a pasear era en verdad temible.

El conflicto más grave entre ellos vino tras la muerte de Felipe II y la clausura de los corrales de comedias. Lope se dio entonces a obras más serias de tema heroico como La Dragontea (1598), Isidro (1599), La hermosura de Angélica (1602) y Jerusalén conquistada (1609) con las que se erigió en el referente de la épica hispana. A ello añadió los líricos La Arcadia y El peregrino en su patria (1604) y su capacidad creativa comenzó a dejar perplejos a todos, en especial a sus rivales. A Góngora, sobre todo, pues él era tan meticuloso con su poesía, revisando una y otra vez sus textos y no terminándolos nunca. De hecho no se imprimieron hasta después de muerto. Le escocía la fecundidad del otro y describió así a su enemigo: «Potro es gallardo, pero va sin freno».

Hasta 1598 Góngora se mofaba de Lope, pero empezó a pensar que lo había infravalorado. No obstante, en vez de desistir en sus ataques, inició una campaña de descrédito personal, pues de lo que no cabe duda es que era un ser bastante dado al resentimiento y a la envidia:descargaba en el que triunfaba sus frustraciones.

En 1598, Lope acababa de publicar La Arcadia y se había casado con Juana Garrido, la hija del rico carnicero de la Corte. En la portada del libro incluyó 19 torres del blasón de Bernardo del Carpio, el héroe medieval, por su segundo apellido y porque decía descender de aquel y provenir de tan vieja y noble estirpe.

Góngora, oriundo de la pequeña nobleza, se lanzó contra él con un soneto que contenía estos versos:

Por tu vida, Lopillo, que me borres

las diez y nueve torres del escudo, porque, aunque todas son de viento, dudo que tengas viento para tantas torres.

El elitista cordobés le recordaba su pertenencia al estamento llano, por no decir bajo y remataba remarcando la condición de carnicero de su suegro:

No fabriques más torres sobre arena,

si no es que ya, segunda vez casado,

nos quiere hacer torres los torreznos.

Aunque contestó en ocasiones, Lope de Vega no llegó nunca a igualar en maldad a su adversario y a menudo prefirió guardar silencio a los ataques. Pero otros lo hacían en su defensa, encabezados por Francisco de Quevedo y Villegas, que comenzó a apodarlo Gongorilla y sería quien en esa lid le dejó buenos costurones, pues para esas crueldades, Quevedo no tenía rival y le acabó por amargar la vida.

Cuando las Soledades de Góngora se dieron a conocer de manera manuscrita en copias repartidas por su amigo Andrés Mendoza, la batalla estalló ya de manera descarnada. El cordobés recibió una misiva, que se atribuye a Lope, en la que le ponían su versos a caldo :

Vn quaderno de versos desiguales y consonancias erráticas se ha aparecido en esta corte con nombre de Soledades, compuestas por vuesa merced, y Andrés de Mendoza se ha señalado en esparcir copias dél (…). Haga vuesa merced lo possible por recoxer estos papeles, como lo van haziendo sus aficionados tanto por remendar la opinión de vuesa merced como compadecidos del juicio de Mendoca.

Luis de Góngora respondió exigiendo al otro dar la cara, y ante la acusación de que sus versos no había cristiano, por su cultismo y ocultismo en el lenguaje, que los entendiera, respondió orgulloso de su supuesta oscuridad, y enalteciéndose por el hecho de que no le entendieran los que él consideraba ignorantes y sin luces.

Por la estafeta he sabido

que me han apologizado:

y a fe de poeta honrado,

ya que no bien entendido,

que estoy muy agradecido

de su ignorancia tan crasa,

que aun el sombrero le pasa;

pues imputa oscuridad

a una opaca Soledad

quien luz no enciende en su casa.

Hubo muchos más dimes y diretes entre ellos y amigos del uno o del otro. Lo que subyacía y ha quedado eran los dos dispares conceptos de la utilidad de la literatura. Para Lope de Vega la cultura debía acercarse al pueblo. Góngora, por el contrario, entendía, que si era digno de ello, la plebe era la que debía acercarse a la cultura y conocimiento. 

Debo concluir yo con este recorrido por la obra de Lope de Vega y he de decirles que creo que es en la lírica y en especial en algunos sonetos donde alcanzó su cima, su inmortalidad y su más palpitante y actual impronta. Entiendo este soneto como uno de los tres poemas de amor más hermoso, cierto y veraz que uno ha leído y que creo que compartirán todos cuantos el amor «han probado».

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.