Un juez muy precoz

El Día
-

Adrián Sáenz Abad, a sus 15 años, es el árbitro más joven de La Rioja, pasión que compagina con su labor de segundo entrenador

El joven árbitro Adrián Sáenz Abad, en el patio de Castroviejo, su antiguo colegio. - Foto: Óscar Solorzano

Adrián Sáenz Abad (Logroño, 2007) es un claro ejemplo de precocidad en el deporte. Con quince años cumplidos, el logroñés es el árbitro más joven de la Federación Riojana de Baloncesto. Es tan novel que el siguiente en el escalafón de juventud le aventaja en diez años. 

La pasión por el deporte le viene, como es lógico, de chico. Antes de dedicarse al baloncesto hizo sus pinitos en el fútbol. Si todo niño sueña con ser delantero, en su caso su afición le llevó a ponerse bajo los palos. En los últimos cursos ha trasladado su fijación al taekwondo y al baloncesto (compitió en categoría infantil) en detrimento del deporte rey.

Estudiante, aplicado, de Tercero de la ESOen los Salesianos, dirige desde la temporada pasada encuentros en categoría minibasket al tiempo que compagina esta afición con la labor de árbitro de mesa y con la de entrenador (es segundo en el equipo de Doctores Castroviejo, su antiguo colegio) pues, fruto de su precocidad, tiene en su poder el título A1.

El joven árbitro, que literalmente tiene toda la carrera por delante, reconoce que su profesión «no es un deporte de riesgo» aunque reconoce las dificultades de sus colegas en modalidades mucho más conflictivas «como el fútbol». «Aunque el baloncesto es un deporte de mucho contacto, lo cierto es que los jugadores, los entrenadores, los propios padres no se ponen tan nerviosos y muestran más comprensión, con todo, no solo con los árbitros». Pese a que el físico se lleva al límite, incluso en esta categoría, Adrián Sáenz reconoce que «todavía no he tenido que pitar ninguna falta antideportiva». Pese a que los jugadores se sorprenden al verle vestido de árbitro, reconoce que minibasket «es una categoría muy respetuosa».

Aunque jugó al baloncesto, se encuentra más cómodo aplicando justicia en un deporte «cuyas normas no son fácil de aplicar».«Creo, de verdad, que el baloncesto no es un deporte fácil de interpretar», reitera. Pese a ser un apasionado del baloncesto, más que verlo en la tele «me gusta hacerlo».

Su sueño es sumar su nombre al de Chema Terreros(Logroño, 1970), árbitro ACB de 2002 a 2007, o al de JuanManuel Uruñuela, colegiado internacional de básquet en silla de ruedas que ha pasado 41 años arbitrando (el ex árbitro de la Federación Riojana, alavés de nacimiento, cuenta en la actualidad con 55 años y se retiró tras los Paralímpicos de Tokio). «Me gustaría ser árbitro profesional», reconoce.  

Sin tiempo libre. Además de estudiar 3º de la ESO, saca tiempo para entrenar (martes y jueves), practicar taekwondo (lunes y miércoles), ir a la academia y arbitrar en fin de semana. Lo hace con una disciplina espartana, la misma que aplica a la hora de impartir justicia en el parqué.