Aniversario entre división y violencia

Pablo Duer (EFE)
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Israel cumple 75 años sumido en una tensión interna por la reforma judicial de Netanyahu y su permanente conflicto con Palestina

Israel comenzó al atardecer los festejos del Día de la Independencia, que este año conmemora el 75 aniversario de la fundación del Estado en 1948, en un ambiente festivo empañado por la grave crisis de polarización interna. - Foto: EFE

Marcado por el aumento de la violencia con los palestinos y, sobre todo, por las crecientes divisiones internas, Israel cumplió ayer 75 años en un clima de tensión que pone en evidencia las disyuntivas de un territorio cada vez más religioso y derechista. 

«Impulsará el desarrollo del país en beneficio de todos sus habitantes; se basará en la libertad, la justicia y la paz, tal como la concibieron los profetas de Israel; asegurará la plena igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, sin distinción de religión, raza o sexo; garantizará la libertad de religión, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Santos Lugares de todas las religiones». Esas palabras, pronunciadas hace 75 años -según el calendario hebreo- por David Ben-Gurión en la Declaración de Independencia, han resurgido estos días en los carteles y pancartas de miles de hebreos que protestan contra el Gobierno más extremista de su historia al grito de «democracia», mientras llaman a proteger los valores fundacionales de Israel, creado sobre bases socialistas.

Esas manifestaciones, que llevan ya cuatro meses, son la respuesta de cientos de miles de ciudadanos a un plan de reforma judicial que, dicen, erosionaría la separación de poderes, socavaría la independencia de la Justicia y debilitaría las bases de la democracia.

«Somos hermanos. No siempre estamos de acuerdo, a veces discutimos apasionadamente», afirmó esta misma semana sobre las protestas el primer ministro, Benjamín Netanyahu. «Muchos milagros han ocurrido en 75 años. Resurgimos de las cenizas del Holocausto. Ganamos guerras, absorbimos millones de inmigrantes judíos, establecimos una industria global y una gloriosa economía libre, y firmamos históricos acuerdos de paz con Egipto, Jordania, Emiratos, Baréin, Sudán y Marruecos», resumió.

Un problema de identidad

Con más de 9,7 millones de habitantes, frente a los 800.000 de hace 75 años, Israel celebra este aniversario ante una inédita encrucijada, fruto de una fragmentación social -demográfica e ideológica- tan profunda que ha eclipsado la mayor ola de violencia con los palestinos desde la Segunda Intifada.

«Estamos ante una crisis sin precedentes, que pone en peligro importantes logros», explica la historiadora Anita Shapira. «Por un lado, somos un país muy exitoso en materia económica, militar, científica y cultural, pero al mismo tiempo enfrentamos una feroz división interna disparada por la llegada al poder de grupos racistas y extremistas», afirma.

La población está cada vez más fracturada entre grupos más seculares y más religiosos y entre sectores más liberales y otros cada vez más derechistas, ubicando a Israel ante un punto de inflexión en su corta historia. «La división no es entre gente que ama o que odia al Estado, ni entre sionistas y antisionistas. Es una grieta en base a las distintas formas de concebir el Estado judío», apunta el analista Daniel Gordis. 

Esta sensación alcanza también a los israelíes de a pie y no solo se percibe en las masivas protestas, sino en las conversaciones de café.

«Espero que este no sea el futuro de Israel, pero no estoy segura», reconoce Shapira. «Tengo cinco nietos, todos viven en Israel, ahora tres de ellos están sirviendo en el Ejército, pero estoy preocupada sobre qué harán en caso de que este país se convierta en una teocracia. Espero que estemos frente a un cambio», concluye.