Editorial

Trolear, vacilar, molestar y enfadar en la Cámara de la representación territorial

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El presidente de la Generalitat trasladó ayer su campaña electoral a la Comisión General de las Comunidades Autónomas del Senado. Advirtió que aprovecharía para trolear al PP, aunque en realidad lo que hizo Pere Aragonès fue utilizar la convocatoria de los populares a modo de trampolín para impulsarse y vacilar al PSOE y al presidente del Gobierno. Y es que defendió la ley de Amnistía frente al informe que certifica que es «un golpe mortal al Estado constitucional», afirmando que es la herramienta válida para normalizar una situación que, en su opinión, nunca debió judicializarse «porque nadie cometió un delito». Pero, además, se mofó de Iceta, Illa y Sánchez, que tras gritar contra la amnistía, acabaron por aceptar que no era ni inconstitucional ni imposible, y vaticinó que sucederá algo similar con el rederéndum, contra el que ahora carga el Ejecutivo. «Es legal y perfectamente posible porque solo depende de la voluntad política», aseguró, antes de apostillar que será, además, «inevitable».

Y aunque el PSOE se apresuró a responder que «ni hay ni habrá referéndum» en tanto en cuanto supone división, los barones populares temen que Sánchez y su Gobierno den un giro al planteamiento y acaben aceptando esa exigencia independentista, en nombre de lo que sea, con tal de seguir contando con su apoyo para sacar adelante la legislatura. Esta es larga y durante su transcurso tendrá que atravesar más de un camino tortuoso, así que si no hay otra forma de asegurar esos votos, no son descartables nuevas concesiones, incluido el referéndum.

Así, la comparecencia de Aragonès tuvo ayer distintos niveles de utilidad, que varían en función de quién la analice: a él le sirvió para reiterar el mensaje, volver a ser escuchado en la Cámara de representación territorial, mofarse del cambio de opinión de Sánchez y negar al principal partido de la oposición capacidad para tumbar la ley de Amnistía e impedir el rederéndum; a su formación política, ERC, para recuperar parte del protagonismo perdido frente a Junts y el acercamiento de su candidato Puigdemont a Cataluña -del otro lado de los Pirineos, eso sí-; y también al Partido Popular le fue útil para reiterar su oposición frontal a las tesis del invitado catalán y para evidenciar que del anunciado troleo salió bastante peor parado Sánchez.

Visto lo visto, a los socialistas solo les queda por jugar la baza de la negativa y el anuncio de que trabajará con su candidato para construir un futuro «sin fracturas y para todos» en Cataluña. Nada nuevo bajo el sol, excepto que el Senado no debiera ser espacio para el troleo, la mofa, el vacile y el insulto. Porque, les guste o no a los independentistas, representa a todos los españoles.