"Mi hijo no lloró con la quimio, le llamaban 'El valiente'"

David Hernando Rioja
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Mohammad Yousaf cuenta la historia de su hijo Muhammad Rehan Haider Butt, a quien sufrió una leucemia linfoblástica aguda en la médula ósea. La Rioja registró nueve casos de cáncer infantil en 2023

El niño Muhammad Rehan Haider Butt junto a su padre y su madre en el salón de su casa. - Foto: Óscar Solorzano

Muhammad Rehan Haider Butt es un niño pakistaní afincado en Logroño que sufrió leucemia linfoblástica aguda en la médula ósea. Su padre, Mohammad Yousaf, cuenta que su hijo llegó a España, junto a su mujer, el 10 de octubre de 2021. Allí en Pakistán se puso enfermo y estuvo bajo tratamientos durante cuatro meses con médicos distintos. El problema era que le daban antibióticos pero «no se curaba».

Dos días más tarde de su llegada a España, Mohammad Yousaf llevó a su hijo al servicio de urgencias del hospital San Pedro, donde los médicos le dijeron que tenían una sospecha alta de que el niño tenía una enfermedad grave. Por ese motivo, decidieron enviarlo al hospital Miguel Servet en Zaragoza, donde le detectaron este cáncer.

Muhammad Rehan Haider Butt no es un caso único en La Rioja, ya que al año se registran una media de entre 8 y 10 casos de cáncer infantil. La Asociación riojana de familiares y amigos de niños con cáncer (FARO) informa que La Rioja registró unos nueve casos de niños y niñas con esta enfermedad en 2023, superando las cifras de 2022, cuando se registraron cinco casos y dos recaídas. En el año 2021, las cifras fueron similares a este pasado año, ya que hubo nueve casos y dos recaídas.

Por otra parte, la Organización Mundial de la salud establece que la supervivencia de los niños que padecen cáncer pero viven en países con ingresos altos es del 80%, mientras que el porcentaje de niños curados en países con ingresos bajos o medianos es del 30. 

En España, los datos de la Federación Española de Padres de niños con cáncer apuntan que sobreviven el 85% a los cinco años del diagnóstico.

En el caso de este joven pakistaní, su padre recuerda que los médicos le contaron todo sobre la situación de su hijo y le daban un 80% de probabilidades de recuperarse. «En principio me dijeron que teníamos que estar preparados para hacer un trasplante de médula osea, y por eso, mi mujer y yo nos hicimos las pruebas pero no éramos compatibles para poder hacer el trasplante».

La segunda opción, indica, era seguir otro tratamiento por el que su hijo tuvo que estar dos meses ingresado. «Aunque cuando regresamos a Logroño, tuvimos que volver muchos días a Zaragoza para que le atendieran. Eso fue durante unos cuatro o cinco meses», señala. 

Yousaf asegura que el cáncer es una enfermedad «muy mala». «Cuando nos lo dijeron se nos cayó el mundo encima porque nunca habíamos imaginado que nos iba a pasar esto pero no se puede hacer nada porque cuando te toca te toca», señala resignado.

Cuenta que ahora su hijo se encuentra bien pero tuvo que pasar un proceso complicado. «Primero le administraron quimioterapia a través de un catéter que llevaba sobre el pecho, y después, tuvo que tomar medicamentos por vía oral», relata. 

Una vez que terminaron estos procesos, esta familia tuvo que viajar a Zaragoza cada mes para que los médicos le sacaran la médula ósea con una punción lumbar para ver como estaba la enfermedad. «Los resultados de estas punciones salieron muy bien», destaca.

Por otra parte, Yousaf remarca la voluntad de su hijo frente a la enfermedad. Este era consciente de lo que le pasaba, y aunque al principio tuvo miedo, poco a poco se fue acostumbrando. «Había niños que a la hora de pincharse en el catéter se quejaban y lloraban pero mi hijo nunca lloró. Le llamaban 'El valiente' en el Miguel Cervet», cuenta orgulloso. 

Vida normal. Mohammad Yousaf cuenta que su hijo hace vida normal pero con alguna limitación, ya que «todavía no es tan fuerte como otros niños más sanos».

Relata que cuando salen juntos a la calle, a su hijo le gusta caminar y corretear mucho, pero después de un rato, dice que está cansado. «Por eso, no le dejo correr mucho porque cuando lo hace, por la noche le duelen las piernas», explica.

Por otro lado, este pakistaní agradece la labor y la ayuda que FARO le ha proporcionado durante este tiempo. «Han estado con nosotros desde el principio. Son muy buen agente y nos han ayudado en todo lo que han podido», señala.

Detalla que les han ofrecido ayuda de todo tipo, como sacar citas previas en alguna oficina, mandarles una profesora voluntaria a casa que iba dos veces al mes en los momentos en los que Rehan no podía ir a la escuela, o una ayuda económica de 300 euros.