A la vez que un grupo de visitantes recorría las entrañas de Franco Españolas, personal de la bodega trabajaba en la segunda edición de un vino que recupera garnachas de Tudelilla y Calahorra, que se recogen a mano y se fermentan en barricas de 500 kilos de roble francés nuevo. «Somos una bodega centenaria y hemos querido recuperar ese hito en la historia de Rioja», afirma Borja Eguizábal, presidente de la Asociación de Bodegas de Logroño, de la que forman parte Arizcuren, Campo Viejo, Marqués de Murrieta, Marqués de Vargas, Olarra, Ontañón y Viña Ijalba, además de la que él dirige. La escena vivida el jueves en Franco Españolas resume lo que acontece en Rioja, una simbiosis de vitivinicultura y enoturismo, una área indudablemente relevante, que se va recuperando tras la pandemia.
La vendimia está en la recta final. ¿Cómo está transcurriendo?
Ha sido un año muy caluroso y la uva blanca ha venido más dura, con menos jugo y, por tanto, sufre una merma en cantidad y acidez un tanto baja, aunque con buen grado alcohólico y muy sana. La diferencia de temperatura entre el día y la noche ha sido muy escasa, lo que ha deparado uvas menos sabrosas. La tinta, que se está recogiendo más tarde, se ha beneficiado de esta diferencia de temperatura, que es en las últimas fechas más acusada, y ha recuperado este aroma. Es un año muy técnico, para trabar en bodega, pero esperamos buenos vinos.
La otra vertiente del negocio es el enoturismo, una aspecto por el que han apostado fuerte y que antes de pandemia estaba arrojando buenos resultados en La Rioja. ¿Cuál es su vaticinio de cara al futuro?
Los indicadores apuntan a un cambio de modelo, otorgando mayor valor al turismo de interior y no hay duda de que La Rioja ofrece una propuesta más cultural y menos masificada. El enoturismo encaja perfectamente en estas nuevas demandas para un turista de nivel medio-alto. Es sostenible, apuesta por la calidad, el disfrute de la visita a una bodega, por degustar unos caldos y una buena gastronomía, además de la cultura que ofrece el entorno. Todo ello está acompañado de la oferta hotelera de Logroño y La Rioja, lo que es fundamental para cerrar el círculo.
El verano ha ofrecido buenas cifras de enoturistas, el otoño es uno de los periodos más relevantes para Rioja. ¿Qué estimaciones manejan?
Esperamos que se mantenga el ritmo que llevamos;estamos teniendo más visitas entre semana, lo que hace que se compense la oferta enoturística con el fin de semana. Esta circunstancia obedece a la recuperación del turista extranjero, proveniente, no solo de Europa, sino también de América.
¿Auguran buenas perspectivas a más largo plazo para las bodegas de Logroño?
Viendo la evolución turística que hemos experimentado este año y, teniendo en cuenta que el primer trimestre ha sido prácticamente inhábil por la existencia de severas restricciones, las perspectivas son muy buenas. Se ha multiplicado el turismo de calidad, la oferta gastronómica y hotelera cada vez es mejor; se han cerrado locales en Logroño, pero se han abierto otros con mucho gusto, donde se han hecho importantes inversiones.... Así que parece que los augurios son buenos. Sí que es verdad que hay algunos elementos, como la falta de personal de hostelería, que pueden suponer un lastre. Y al margen, sí que se cierne un gris nubarrón, el macroeconómico.
El contexto económico juega en contra, sin duda.
Hay inflación, se ha encarecido la energía, lo que ha provocado la subida del resto de suministros, que en mi opinión es artificial. Están subiendo los tipos de interés para frenar el consumo... Es un círculo vicioso, que empobrece a la pyme y a la clase media, motor de la economía y el turismo. Así pues, la incertidumbre económica puede provocar que el consumo se frene.
Su bodega ha apostado por ofrecer actividades culturales, pero hay múltiples posibilidades para disfrutar del enoturismo. ¿Hay alguna otra vertiente que explorar?
Cada bodega tiene su producto enoturístico y se tiene que diferenciar con sus fortalezas y posibilidades. Nosotros somos una bodega centenaria, ubicada en el centro de Logroño y desde el principio nos vinculamos a la cultura porque queríamos recuperar esos momentos de consumo mientras se ve una película o se asiste a un concierto de una banda actual. Este es nuestro empeño, pero otras bodegas se han inclinado por otras actividades, y se compensan unas con otras. A La Rioja llegan cientos de miles de turistas y cada uno busca sensaciones diferentes, desde un emplazamiento en medio del campo o visitar viñas a caballo. Hay espacio para todos y para todo y lo bueno es que cada bodega ofrezca un producto diferente y mantenga su singularidad. Que cada cual busque su nicho es algo que el turista va a apreciar, porque en un solo viaje o en varios puede visitar una o varias bodegas de Logroño o de La Rioja porque hay cosas diferentes que ofrecer. Esa es la clave, que el turista disfrute, recomiende y vuelva.
¿Qué supone económicamente el enoturismo para una bodega?
En nuestro caso, el 10% de manera directa, al margen de la indirecta.
¿Ayuda a vender vino?
Totalmente. Quien consume aquí nuestro vino, luego lo adquiere, bien en España o fuera de nuestro país. Muchos de los visitantes, bien vengan de Canadá o de Bilbao, te preguntan dónde pueden adquirirlo en su lugar de origen.
¿Qué incidencia tiene sobre el entorno?
Las bodegas de Logroño recibimos a miles de personas, que se quedan en Logroño, que se alojan en los hoteles y se alimentan en los restaurantes y bares de la ciudad. Esto hace que tengamos esta connivencia con la ciudad de Logroño, y el hostelero sea, además, más proclive a tener nuestros vinos. Es una simbiosis, si tienes una buena oferta enoturística y hostelera, el turista no puede pedir más.
La Asociación de las Bodegas de Logroño, que usted preside, aspira a impulsar, desarrollar y posicionar a esta ciudad como destino enoturístico internacional, sostenible y de calidad, así como promocionar la cultura del vino .¿En qué línea están trabajando después del parón pandémico?
La Asociación trabajó en un plano de la ciudad y una manual de venta, no solo de bodegas sino de otros recursos turísticos, que se presentó en la Feria Internacional de Turismo (Fitur). Igualmente, en un plan de comunicación para viajes de familiarización, destinado a prescriptores y agentes turísticos, y ahora mismo estudiamos acciones para poner en valor a Logroño como destino enoturístico. Trabajamos en colaboración con el Gobierno de La Rioja y el Ayuntamiento.
¿Qué le falta a Logroño para convertirse en un destino enoturístico de primer nivel?
Nada. Tiene bodegas, hoteles y oferta gastronómica, una oferta que en los últimos años se ha coordinado aún más gracias a la Asociación y al Ayuntamiento. Le faltaba el respaldo legal, porque el Plan General Municipal no contemplaba el uso enoturístico de las bodegas de Logroño, una deficiencia que ya ha solventado el Consistorio, que ha introducido una modificación puntual del plan, que ampara legalmente a las bodegas de Logroño para que desarrollen el enoturismo con todas las de la ley. A partir de aquí, hay que crecer con nuevas ideas y nuevos retos.
El alcalde siempre pone de ejemplo a Burdeos como el objetivo a alcanzar.
Me parece un buen ejemplo. No tenemos nada que envidiar a Burdeos ni como región vitivinícola ni como ciudad, Logroño tiene bodegas urbanas, algo que no ocurre en la ciudad gala. Burdeos tiene sus cosas, y nosotros nuestros encantos; aunque sí es verdad que los franceses siempre se han vendido mejor que nosotros, pero no por ello hay que dejar de intentarlo. Creo que es un buen ejemplo, un objetivo ambicioso pero realista.
¿Ayudará la Enópolis a alcanzar ese objetivo?
Por supuesto. No solo por la coordinación, que se ha mejorado entre los distintos agentes turísticos, sino por las acciones de dinamización que lleva a cabo el Ayuntamiento, como en el calado de San Gregorio o el Espacio Lagares. Ha montado un recorrido cultural en torno al vino muy interesante con emplazamientos ideales para ello.
Ha citado Lagares, San Gregorio y el tercer pilar es el Centro de Cultura del Rioja (CCR), que ha sido un lastre para todos los equipos de Gobierno, que no han encontrado cómo sacarle rendimiento. Parece que abrirá antes de que concluya el año. ¿Qué espera?
Que donde se ha realizado una importante inversión suponga un retorno para la ciudad. Esperamos que sea compatible con el resto de actores turísticos de Logroño. Se han explorado muchas vías;ha habido un diálogo muy productivo con el Ayuntamiento y eso debe dar sus frutos. Es un asunto complejo, pero tal y como se trabaja, confío en que su uso tenga retorno para la ciudad y sea compatible con el resto de actores.
¿Cuál es su apuesta?
Debe ser el equipo de Gobierno quien defina su uso, pero me parecería positiva una gestión público privada. Debe haber un socio que se sume al proyecto y coja las riendas. Acogerá una Escuela de Sumillería, se ha hablado de formación, de ocio... Lo que se busca es aunar diferentes vertientes para que sea un centro multiactividad.
Haro se define como la capital del Rioja. ¿Puede establecerse una competencia con Logroño?
No los veo como competencia, sino que ambas ofertas son complementarias. La suma de muchos no es competencia, sino que aumenta la oferta y atrae a los visitantes;Haro y Logroño, además, son completamente distintas, con actividades complementarias y compatibles.
Uno de los grandes proyectos del plan de transformación riojano es Enorregión. ¿Qué le parece?
Está como muy lejos. El Gobierno animó a las bodegas, y supongo que a otras empresas, a elaborar un plan ambicioso para acceder a los fondos Next Generation, que se iban a repartir en competencia competitiva.Se nos animó a echar la carne en el asador e ir todos a una y elaborar propuestas que multiplicaran la capacidad de La Rioja como región. Y así lo hicimos. Presentamos una manifestación de interés y un plan director, pero no hemos visto materializada la subvención a través de Enorregión, aunque sí hemos recibido ayuda de otros fondos europeos. Lo que sí echamos en falta, y supondría un retorno inmediato para la región y así lo mencionamos en el plan director, es un programa de subvenciones para infraestructuras en enoturismo. Invertir en este ámbito no solo incrementaría la capacidad de recibir enoturistas, sino también la posibilidad de mejorar la calidad y ampliar la oferta. Ello tendría un efecto a corto plazo, tanto en Logroño como en La Rioja.
¿Confía en que supongan un revulsivo para el sector en La Rioja?
Espero que atiendan esas manifestaciones de interés. Se ha dispuesto una herramienta muy válida que se apoya en escuchar las necesidades de los implicados, se ha escuchado al empresario. El hecho de escuchar esas peticiones es lo que va a transformar e impulsar al sector.
La ministra Reyes Maroto presentó el Plan Turístico Nacional de Enogastronomía en Bodegas Marqués de Murrieta. ¿Qué puede deparar a La Rioja?
Todavía no se ha terminado de definir, pero teniendo en cuenta que el año próximo La Rioja acogerá la VII Conferencia Mundial sobre enoturismo, se espera que el Gobierno central dote de más fondos a esta comunidad. El hecho de haber presentado el plan de enogastronomía en La Rioja y acoger la conferencia ayudará a lograr mayor inversión para la región.
¿Confía en que esta conferencia internacional de un empujón a la viticultura y al enoturismo en La Rioja?
Por supuesto. Además de dar visibilidad a la región, acudirán personas influyentes de las que se puede aprender. Llegará también público profesional, touroperadores u otros agentes turísticos, que podrán conocer nuestros recursos en Logroño y La Rioja. El hecho de ser capital del enoturismo internacional supone una gran oportunidad. Como bodegas, esperamos que se nos involucre en la organización y el curso de esa conferencia mundial, porque podemos aportar mucho. De cara a la imagen, podemos ayudar a que salga más redonda.