El cambio climático «pega fuerte» y condiciona inversiones

R. Muro
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El aumento de las temperaturas obliga a integrar medidas en el engranaje político de la campaña bajo dos líneas de acción: mitigar causas y combatir la intensidad de las precipitaciones y de los incendios

Las investigaciones apuntan a un incendio intencionado

La Rioja se dotó en septiembre de 2022 de su propia Declaración de Emergencia Climática y de Biodiversidad que, más allá de medidas dirigidas hacia la descarbonización, a la consecución de un sistema eléctrico 100% renovable antes del año 2050 y fomentar una transición energética y ecológica justa, sumó un punto a la tan necesaria sensibilización y conciencia social ante un cambio climático  cuyos efectos son ya palpables. Las primeras voces de alarma sonaron ya en los años setenta y desde entonces, cada década ha sido más cálida que la anterior con olas de elevadas temperaturas más habituales y prolongadas. Según la Agencia de Meteorología, cada verano dura un día más, un ejemplo de gran claridad gráfica, más aún atendiendo a una situación de emergencia a la que aluden los expertos desde hace décadas. 

El cambio climático es por tanto «una realidad», constata José Antonio Pellitero, delegado de Aemet en La Rioja, y «en la Comunidad se está dejando sentir con fuerza». Sus datos indican que 2022 fue el año más cálido en la región desde la década de los sesenta «con una anomalía témica de 1,8 grados por encima de lo normal. Y hasta marzo de 2023 la tendencia se mantiene al alza con una anomalía positiva de 0,4 grados. Al mismo tiempo, el pasado ejercicio también fue el más seco, «aunque no está claro que sea consecuencia del cambio climático», apostilla Pellitero.

Dicho de otra forma, «La Rioja se enfrenta a una realidad en la que sube la temperatura y las precipitaciones serán más intensas, lo que no quiere decir que sea una solución para la sequía».

De hecho, y ya sobre posibles acciones para combatir estos efectos adversos, recuerda las obras del meandro de Alfaro para evitar inundaciones o la balsa de El Rasillo para la recogida de agua en casos de incendios, otro de los fenómenos asociados directamente al cambio climático. 

Por otro lado, la Comunidad se ha dotado a lo largo de la legislatura que llama a su fin de múltiples herramientas que pretenden batallar contra el cambio climático a través de la denominada Agenda Verde y cuyas actuaciones se sustentan bajo dos grandes líneas. Por un lado, la crisis climática en sí, y  la crisis de biodiversidad, por otro. En este sentido se han dado pasos como la Ley de Biodiversidad, la extensión de la Red Natura 2000 que protege ya cerca de 180.000 hectáreas, el 36% del territorio riojano, la creación del parque natural del Alto Najerilla, la Estrategia de Economía Circular y la del Paisaje o la Ley por la que se crea la Agencia Riojana de Transición Energética y Cambio Climático (Artecc), entre otras medidas. Sin embargo, no ha llegado a tiempo la Ley de Cambio Climático ni el Plan Regional de Adaptación al Cambio Climático (Pracc) en el que se continúa trabajando durante los últimos coletazos del actual mandato de Concha Andreu y que busca mitigar las causas del cambio climático. Tampoco ha visto la luz el Plan Regional Integrado de Energía y Clima (Priecc), otro de los principales pilares en la batalla contra la crisis climática y que, en colaboración con organizaciones como la FER, quiere analizar y concretar los efectos que el cambio climático tiene sobre los diferentes sectores productivos de la región.

Otras medidas. Pero la sombra de la crisis climática es más alargada y plantea aún más desafíos como la movilidad o la gestión del agua y los residuos que trocean la rutina diaria del ciudadano. En marcha están los carriles ciclistas del área metropolitana de Logroño para la unión con Lardero, Villamediana y el polígono industrial Cantabria. E incluso los ayuntamientos de más de diez mil habitantes tienen sus propios deberes para batallar al cambio climático con la elaboración de planes de mitigación que deberán estar en funcionamiento en 2025. 

Ahora bien, es difícil saber si es suficiente o no, o si las medidas llegan tarde, o no.

«La sequía no es nueva y nadie pone medidas»

El sector agrario es uno de los colectivos que padece en carne propia los efectos de los cambios del clima, y en consecuencia, la población en general. Óscar Salazar, presidente de la Unión de Agricultores y Ganaderos de La Rioja (Uagr), cree que la acción política «llega tarde» en su búsqueda de soluciones contra los efectos del cambio climático. «Las medidas son pocas o ninguna», señala Salazar, quien alude directamente a la necesidad de investigar «para buscar especies que se adapten mejor a la sequía y a los cambios bruscos de temperatura». La Rioja se enfrenta a una situación extrema ante la escasez de lluvias. «Los 10 o 12 litros que cayeron» a mediados de abril «no han hecho más que quitar el polvo. Un alivio -matiza- que no soluciona» un problema que este año se ceba con el valle del Iregua. 

En este sentido tiene claro que  falta «una correcta planificación de los regadíos, una mayor adecuación y, sobre todo, modernizarlos».  Incluso se refiere a que el aprovechamiento del agua es totalmente deficitario y «se puede perder hasta el 50%» del del riego. Todo ello en un contexto de máxima complejidad en el que «el secano mantiene un gran descenso de producción y vamos camino de no tener cosecha en regadío».

Una cuenca del Iregua, recuerda Salazar, que nutre de agua de boca al área metropolitana de Logroño y que a su juicio, «debe constituir la prioridad de uso» de los recursos hídricos. En un segundo plano sitúa el campo y el ganado y a más distancia el uso lúdico como puede ser el llenado de piscinas.

Ante la situación actual, Óscar Salazar echa en falta una mayor conciencia social pero también medidas concretas que permitan «salvar los frutales en zonas como Albelda». La sequía, señala el máximo responsable del sindicato, «ha existido siempre y ahora parece que no tenemos memoria». En su opinión, las administraciones públicas «se tienen que volcar con un sector que alimenta al mundo». Una falta de decisiones y medidas que se proyectará este año de continuar el déficit hídrico. «No hay paja y si no llueve, no la habrá y es necesaria para el ganado e incluso para el sector del champiñón y la seta. Y nadie plantea gestionar el stock».

En definitiva, sequía y cambio climático discurren por líneas paralelas pero parecen darse la mano  «sin que nadie adopte medidas», concluye.