«Tenemos que tener paciencia, la investigación va para días»

Ana Torrecillas
-

Se cumplen quince días del asesinato de Guillermo Castillo y el caso sigue bajo secreto de sumario. La familia pide que se esclareza pronto el suceso para poder despedir al hostelero

Los hijos de Guillermo Castillo, durante el homenaje que le ofreció Cuzcurrita el pasado 5 de mayo - Foto: Óscar Solorzano

«Esto es horrible, es un dolor en el alma que me irradia por todo el cuerpo». La voz de Yolanda Castillo suena débil al otro lado del teléfono. El agotamiento y el sufrimiento han hecho mella en la hija del que fuera uno de los hosteleros más conocidos de toda La Rioja, Guillermo Castillo, de 78 años.  No es para menos, han pasado quince días desde que el empresario fue asesinado durante un asalto en su vivienda el pasado 2 de mayo. Todavía se desconocen si hay avances en la investigación. El caso continúa bajo secreto de sumario y no parece que la resolución del mismo pueda producirse en breve. 

Los investigadores  han proporcionado apenas información a Yolanda Castillo aunque «la palabra que más me repiten es paciencia, que tanga paciencia porque la investigación va a llevar días todavía. Pero no sé nada más ni quiero. Cuando se levante el secreto de sumario y se sepa la verdad, hablaré». De hecho, la única información que le han transmitido a la hija del propietario de Bodega Guillermo es que éste tuvo una muerte violenta pero en la que no medió arma blanca. «Sé que los investigadores están trabajando, siguen con el caso pero no me dicen por dónde van y lo prefiero porque todos los días estoy pensando en ese tema y yo misma me estoy castigando», afirma Yolanda. 

Al hecho de no saber qué le ocurrió a su padre, la razón del terrible crimen y quién o quiénes son los culpables, se une el no haber podido enterrar a Guillermo ya que su cadáver continúa en las dependencias del Insitituo Anatómico Forense de La Riojaa la espera de que finalice la investigación. 

Además, los hijos  tampoco ha podido acceder a la casa familiar y recoger las pertenencias de su padre. La vivienda, lugar donde ocurrió el asalto, sigue precintada y nadie ha podido entrar a ella con el fin de no entorpecer la investigación que continúa en curso. La casa, ubicada en Travesía del Puente, número 7, un lugar muy cercano del restaurante que regentaba la familia, es el escenario del crimen y contiene gran cantidad de información. No en vano, los investigadores tomaron muestras de las suelas de las zapatillas de las personas que acudieron a la casa al no localizar a Castillo  para cotejarlas con las encontradas en las estancias de la vivienda.

Como relata Yolanda, la incertidumbre es inmensa y el paso del tiempo no hace sino aumentarla. A pesar de que ella prefiere mantenerse ajena a las informaciones que se dan del caso, es inevitable que en el municipio de Cuzcurrita, una localidad de poco más de 500 habitantes no se hable de otra cosa. Para lidiar con una situación semejante, la hija del empresario cuenta con la asistencia psicológica de Cruz Roja. Y con el cariño y el respeto de familiares, vecinos y gente de otras comunidades que han estado arropando a Yolanda.

«Nunca agradeceré lo suficiente a todos ese apoyo», asegura, «y también a los investigadores porque creo que si me piden paciencia es lo mejor, para que ellos puedan trabajar a gusto y para que yo pueda estar lo más tranquila posible».

Una pesadilla sin resolver. La noche del 1 de mayo, Guillermo Castillo se había retirado a su casa tras un fin de semana largo. Había hecho buena caja tras un puente festivo en el que su restaurante había estado muy concurrido. Su hija lo había dejado en la vivienda, tras prepararle las pastillas que debía tomar, como siempre. 

 Sobre las once, su otro hijo pasó a saludarle al ver el coche aparcado frente a la puerta de la casa pero desistió, al comprobar que la puerta estaba cerrada, por si su padre ya dormía. 

Fue uno de sus empleados quien dio la voz de alarma las ocho de la mañana siguiente. Guillermo  no contestaba al teléfono a pesar de que había quedado con  él para recoger el coche. Al no poder localizarle, el empleado decidió llamar a Yolanda. Tenía llaves de la casa de su padre. Nada más llegar allí, Yolanda supo que algo no iba bien. La puerta de la vivienda  no estaba cerrada y al entrar,  comprobaron que en  el interior había un charco de sangre. Yolanda llamó de inmediato a su pareja y a Emergencias ante el macabro hallazgo. Mientras Diego, el empleado, revisaba la estancia contigua a la entrada por si su jefe estuviera allí, y la encontró revuelta.

Cuando llegaron los agentes de la Guardia Civil subieron al primer piso, donde se ubicaba la habitación de la empresario. Había algo extraño. Uno de las despensas de ese piso que siempre se encontraba abierta, tenía la puerta cerrada. Al abrirla, hallaron el cadáver del anciano con claros signos de violencia.