Una puerta abierta al pasado

Bruno Calleja Escalona
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Unos cuantos sillares del arco de acceso y de unas esquinas es todo cuanto queda de la finca de 'Las Bolas', un vergel creado en el siglo XVI en lo que hoy es El Campillo, con huerta, cuatro casas y estanque

Un hombre y unos niños, en la puerta de la finca de 'Las Bolas' en el año 1910. - Foto: Rioja Industrial

El Campillo es un barrio aún en desarrollo en la margen izquierda del Ebro, pero ese confín de la ciudad, hoy zona de expansión con modernos bloques de pisos y chalés unifamiliares, tiene también su parcela en la historia urbanística de la ciudad.

En el flanco más norteño de Logroño, una portada y unos cuantos sillares de unas esquinas, instalados en unos jardines, son todo lo que queda de una notable propiedad a la que se conocía por varios nombres, desde la finca o el cerrado de 'Las bolas' a la huerta o el cerrado de los Espinosa. La vegetación cubre la parte que no se urbanizó de la finca, que tomó el apelativo popular de las piedras en forma de bola que ornamentaban sus puertas.

Del origen de esta hacienda no hay demasiada documentación, aunque se sabe que el elemento arquitectónico más antiguo que se mantiene, la puerta, fue realizada a finales del XVI o principios del XVII. 

El primer propietario conocido de esta finca fue José de Espinosa, regidor perpetuo de Logroño. Este prohombre encargó a Juan Raón un mausoleo para sus tíos Miguel y Tomás de Espinosa, obispos de Marruecos y canónigos de Valencia, en la capilla de Santa Elena de la iglesia de Santiago. En la actualidad, las esculturas y escudos se sitúan sobre la puerta de la sacristía.

En el siglo XVIII, era regidor perpetuo Francisco Javier Espinosa, propietario de la parcela. En 1805 se produjo la desamortización de Godoy. En ese año, el hacendado Miguel Macera adquirió la propiedad. Juana de Navarrete fue la dueña desde 1913. En 1936, justo al inicio de la Guerra Civil, en sus muros se fusiló a varias personas. En el plano de Catastrón de 1939 se registran cuatro casas, un estanque y un chozo, además de un motor para riego de agua.

En los 60 del siglo XX, la propietaria era la conservera Cooperativa Riojana. La huerta se mantuvo en pie hasta 2006. Sin embargo, en la década de los 80 se derribaron parte de las edificaciones y solo quedó en pie una de las cuatro casas. El último vestigio de la finca original fue la tapia con la puerta del XVI-XVII, cerrada con herrajes y fechada con una inscripción de 1909. Cuando se urbanizó la zona, la portada de piedra fue  trasladada a los almacenes municipales y parte de las tapias se derribaron. En 2008, la puerta y dos de los esquineros del cercado se colocaron de nuevo en la zona, aunque a varios metros de su posición original.

En las comprobaciones del catastro, a la finca se le llama Casa del Obispo, con una descripción de las casas, una de ellas con un manantial. En 2008, el divulgador Federico Soldevilla encontró el antiguo estanque y el manantial, bajo una bóveda. Además, la propiedad tenía un sistema de recogida de aguas. Igualmente, se documentaron restos de las casas y de una capilla. Todo ello, junto con parte de los muros y el chozo, es cuanto queda de la histórica finca de Las Bolas.