El cupón de la ONCE lleva entre nosotros desde hace más de 85 años y con él, sus vendedores, en los característicos quioscos que encontramos en cualquier municipio. Tradicionalmente vinculados a la ceguera y la baja visión, lo cierto es que la organización ya trabaja con muchas clases de discapacidad y en los puntos de venta se pueden encontrar perfiles con diferentes realidades. Es el caso de Ricardo José Freire Loureda, de 41 años, que atiende en la logroñesa esquina de Colón con Solidaridad, a la altura del 34, desde 2016, en una zona en la que varias personas trabajan para esta entidad social.

Se muestra afortunado por haber podido repartir «algún premio muy bueno, me acuerdo de uno dos días después de Año Nuevo que dió mucho dinero», destaca. Al tiempo que indica que «aunque es un sitio de paso, la mayoría de clientes que tengo es gente de la zona que me pide el número del barrio a diario y el cuponazo de los viernes, aunque también hay otros sorteos que gustan mucho como el sueldazo del fin de semana y últimamente los rascas, porque valen poquito y el premio es al momento», relata.

Apunta eso sí que, «a veces, llega alguien confundido y te pregunta por sorteos del Estado». Según zonas, se venden más unos premios que otros. «Hay sitios que venden muchos especiales: de Año Nuevo, Día del Padre y la Madre, de verano y el 11 del 11, porque también se anuncian mucho y es mucho dinero, sobre todo en Año Nuevo».

Más fotos:

De esa clientela de barrio, subraya la calidad humana de la gente ya que, realmente, «despachar el cupón es un minuto, pero no solo es eso, la gente te ve por la calle y dice 'mira, el de la ONCE' y hablas un rato porque con los clientes habituales ya generas cierta amistad y conexión, mantienes buenas conversaciones y se hace muy agradable el trabajo, además, ves que la gente compra con una ilusión y con ganas de contribuir y colaborar con una entidad que todo el mundo sabe la gran labor que hace para toda la sociedad, tanto en España como en otros países».