«Estoy tan ocupado que mi familia a veces no lo lleva bien»

Javier Alfaro P.
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El empresario hostelero Francisco Martínez Berges es un Riojano con Acento. Ha decidido ir dejando la cafetería, por edad, y centrarse en la defensa de su gremio, que es su «pasión»

El empresario hostelero, Francisco Martínez Bergés. - Foto: Óscar Solorzano

Tras toda una vida dedicado a la hostelería y a defender el sector que le da de comer, Francisco Martínez Bergés (Navarrete, 1957) ahora se lo toma «con más tranquilidad».

Estudió Electricidad y a los 18 años montó «una pequeña discoteca», en su pueblo, junto a su hermano. Iba con la idea de que «al volver trabajaría en la Electra, pero me tocó la mili en Palma de Mallorca e Ibiza y, junto a un amigo, descubrimos el gusanillo de las copas, las fiestas y la noche, así que al volver montamos el Tío Tito en la calle Labradores», en La Zona. Allí empezó en serio con la hostelería. Primero en la noche con ese bar de copas; y después llegaron otras propuestas como el Café Ópera, en San Antón; Casablanca, en la carretera de Laguardia; Habana, en Marqués de Vallejo; Mojito, en Sagasta; y algunos más, como el Itabo, Mulligan o uno en un centro comercial. «Al mismo tiempo llegamos a tener abiertos cuatro, con 42 empleados, pero ahora estoy solo con el Ópera, con mis hermanos», afirma.

Reconoce, eso sí, que tiene «una edad» por lo que se ha retirado «un poco de la cafetería y me dedico más a seguir defendiendo mi gremio, al que adoro y he dedicado toda mi vida muy orgulloso porque creo que es uno de los trabajos más bonitos que puede haber, al poderte relacionar con la gente». Además de estar al frente de la asociación de Hostelería Riojana y participar en la Federación de Empresas; participa en Hostelería de España y la Cámara de Comercio. «Hasta el último día seguiré defendiendo a los míos porque por algo me han elegido mis compañeros y cuando me vaya lo haré con la conciencia tranquila».

En 2001 se decidió a dar el paso de optar a defender su sector, «cuando Alfredo Barquín, uno de los más grandes profesionales de la hostelería y dueño de los Robinson», decidió dejarlo. «Acepté mientras estuviera de secretario Miguel Ángel Librada y la gestión económica la hiciera la FER», recuerda. «No es fácil» defender a toda la hostelería, no tanto por la variedad y tipos de negocios y zonas, como por «lo guerreros que son algunos poquitos, que hasta dan mala fama porque se hacen notar mucho, pero yo creo y defiendo que la mayoría de hosteleros son muy buenos y muy cumplidores, y además está el ruido, los horarios, los políticos...». 

Reconoce haber oído «mucho y más» que la reforma de San Antón le beneficia, con más acera junto a la cafetería. Sin embargo, rechaza una calle peatonal: «queremos una calle viva, con gente y vehículos en la puerta de los comercios, y sin imposiciones».

Su hija, de 24 años, siempre le ha visto muy ocupado y expuesto. «De vez en cuando se enfada y me dice 'que me devuelvan a mi padre'; y con razón. Mis hermanos no llevan bien ser señalado, por el Ópera, pero en mi familia saben que mi gremio es mi pasión».