"Asistí a la última corrida de toros en Macao"

Francisco Martín Losa
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José Luis Irigoyen Raro es pionero riojano del esquí, emprendedor, rentista por patrimonio y con muchos años de trabajo, comprometido con entidades benéficas y ONGs y aficionado taurino con más de sesenta viajes a las plazas de América

Gran aficionado a los toros y los caballos, ambos tienen su réplica en esculturas en el jardín de su casa. - Foto: Ingrid

Este relato es un poco investigador que indaga en la vida de mi personaje que, a veces, no recuerda todas las fechas exactas de los aconteces vividos. Sin embargo, aporta un somero pero contundente bagaje de datos y anécdotas para trasladarlas a las columnas del periódico. Abrir la conversación es como levantar la tapa de un joyero y el dilema es coger la mejor ruta para dar con la mejor historia.

Es una opción para desmenuzar la historia de José Luis Irigoyen Raro, setenta y cuatro años, en los que le ha pasado de todo. Inquieto, emprendedor a los dieciséis años, con su padre, siempre cabo suelto, rentista del trabajo acumulado de años -¡quién no se acuerda de las tiendas Irigoyen Kirolak!-, voluntario en las entidades donde se colabora y no se cobra, amante de los caballos y un apasionado aficionado taurino, que se ha echado más de mil corridas a sus espaldas. Cuando tienes delante un personaje como José Luis Irigoyen, te das cuenta que la vida no consiste sólo en respirar sino en aprovechar el tiempo para desarrollar una vida profesional, disfrutarla y sacar segundos de entrega a los demás. Es hombre de ingenio, viajero empedernido, le gusta soltar refranes y se ha codeado con algunos de los mejores toreros de otra época.

DE ESTUDIANTE A LA TIENDA. Cualquier relato, con trazos biográficos, conviene empezarlo por el principio. «Mi padre era logroñés y mi madre era navarra, de Torres del Río. Nací el veinte de junio de mil novecientos cuarenta y nueve, así que setenta y cuato añosy he vivido en Logroño toda la vida. Fui a Escolapios y me echaron a mitad de curso, pero una hermana de mi madre, que estaba en Jesuitas, me metió en el colegio. Los primeros años fueron bastante bien pero en tercero de bachillerato me empezó a cantar la gallina, que dicen los taurinos, y se torció la cosa, fui mal estudiante la verdad. Alguno todavía me para por la calle y se recuerda: 'Estudiaste conmigo verdad' y lerespondo , estudiaste tú».

Todos atesoramos recuerdos de la infancia y la adolescencia. «A los quince o dieciséis años, cuando logré la confianza de mi padre, vendiendo pienso compuesto, entonces abrí la tienda de deportes Irigoyen Kirolak a los veintiún años. Pensaba llamarla 'Sport' pero el padre de Joseba Larrañaga me apuntó Kirolak, que es vascuence pero no euskera, sin ninguna acepción política ni nada. Antes, a los diecisiete, puse un negocio de automóviles sin conductor, a dos pesetas el kilómetro pero el alquiler estaba ya en declive y hubo que echar el cierre. Por eso, acabé en la tienda. Mi padre era constructor en la sociedad Salanova, pero yo no me veía. Quería tener un negocio propio, donde podía decir y decidir. También, no te creas, he sido un poco soberbio, pero, como decía el poeta, soy como esas gentes que de mi tierra llegaron, que las olas me lleven y las olas me traerán».

26 AÑOS DE TENDERO. A poco que se urgue en la trastienda humana, se descubren las mil peripecias de nuestro personaje. «Me ha gustado siempre manejarme y le debo mucho a mis clientes que me compraron. Abro dos tiendas, primero en la calle Calvo Sotelo y,luego, en Gran Vía. Al principio, vendía juguetes porque quería darle seriedad al negocio. Mi padre me preguntó un día qué más quería vender y le contesté sin dudar: deportes, ropa, camisetas, zapatillas, lo que sea. El negocio fue un referente en la sociedad riojana durante años». Fiel a sus principios, que no son exclusiva de ninguna persona, pero que ha demostrado olfato para ganarse la vida, se le presenta la oportunidad de vender. «Nos iba muy bien y traspasé la tienda de Calvo Sotelo, porque me pagaron caro con el compromiso de que no les hiciera la competencia durante un año.

En el local de Gran Vía surgió la oportunidad de alquilarlo a un señor de Belorado que vendía chaquetas de cuero. Esas dos decisiones me cambiaron la vida y dejo el trabajo. Cuando pagaba menos impuestos, la cosa marchaba pero ahora las rentas no suben y los impuestos, cada día más. Como no tengo mujer ni hijos, antes ahorraba, pero ahora se lo lleva todo Hacienda». ESQUÍ EN PIRINEO Y

AVENTURA FALLIDA. Entre col y col, se metió a organizador de viajes de esquí, tiene su mérito no vayan a pensar, dándole vueltas y más vueltas al cacumen para encontrar la oportunidad de una actividad. «Aunque he hecho atletismo, yo apostaba por el esquí y empecé a organizar excursiones, al principio unos poquitos chavales, fue creciendo y logré llevar a Pirineos tres autobuses, sobre todo a Formigal y también a Ezcaray, que no siempre hay nieve. Luego, vinieron a complicarse las cosas y la responsabilidad de tantos críos no me dejaba dormir. Si se rompe un mocete una pierna, pues no pasa nada, son gafes del deporte, pero si hay un accidente con algún autobús, son palabras mayores. Y lo dejé para dedicarme a otros menesteres». Por mucho que las cosas pinten bastos, entre tanto trajín, le ha pasado hace años, sobre mil novecientos noventa una aventura personal que tiene su gracia. «Un amigo mío, Antonio Briones, riojano de pura cepa, un fenómeno de los negocios, me propuso llevar un barco, que lo habían restaurado en Alemania, hasta la República Dominicana. Eso de la ruta de Colón me apetecía y le dije a dos amigos más. Fuimos a Barcelona a embarcar en el velero Santa Fe, que así se llamaba, y los marineros se negaron a zarpar. Estuvimos negociando y Briones les ofreció 3.000 euros si hacíamos la travesía con tres personas más hasta Cabo Verde y, luego, a lo mejor vamos más lejos. Total, que atracamos en Marbella y ahí se acabó todo, porque se rompió el motor del velero y adiós a la aventura, después de haber pasado la intemerata, con unas olas gigantescas, lloviendo, nevando y un mareo del copón».

TOROS EN MEDIO MUNDO. Y luego, están los toros. Ay, los toros, que le gustan tanto que ha presenciado más de mil corridas en las plazas españolas, portuguesas y americanas. «Me ha gustado siempre el mundo del toro y, después de viajar, con Víctor Mendes, mucho más con gran amistad que viene desde hace más de cuarenta años. En la finca de la carretera de Soria tengo un vestido de torear, no un traje porque traje es en inglés. Con Enrique Ponce, también, y con varios toreros que han venido por casa. Con el portugués Mendes he viajado bastante a Sudamérica y tengo por ahí muchas fotos. Me reservaban el hotel, que yo siempre pagaba a precio más barato, como mozo de espadas; algunas veces pasaba como apoderado, otras, de medio cura porque tengo más pinta de cura que de matador de toros. He estado en las plazas de México, en Colombia, en Venezuela, que ha ido a peor, en Ecuador, en Quito, en Perú, no sé, unas setenta corridas en América y más de mil en España. No sé inglés, me defiendo en francés. Sudamérica lo he pisado de arriba abajo, tiene nuestra cultura, hablan el mismo idioma y me encanta Portugal, me entiendo con los portugueses, son muy educados y siempre te dan la razón». No conozco a nadie, salgo nuestro protagonista, que haya presenciado una corrida a lo portuguesa en Macao, el último festejo antes de entregar los poderes de la isla a su nuevo dueño. «En uno de mis viajes, tuve la oportunidad de presenciar la corrida a la portuguesa en la colonia de Macao, antes de que el protectorado pasara a manos de China, como una despedida. La plaza era de bambú y la construyeron en una semana a cinco mil chinos por día. Todos los espectadores se tiraron al ruedo, no tenían ni idea y una mujer corpulenta se hizo con el toro y lo acabó dominando. Qué cosas».

CABALLOS, FINCA CON RUEDO Y COCINA ECONÓMICA. Por fas o por nefas, la afición al caballo va unida a la de los toros, aunque ahora no tiene ninguno. «Tengo una finca de unos doce mil metros cuadrados, que se llama San José, junto a la de Pedro Mari Azofra, encima de Lardero con un ruedo para los caballos, tenía tres pero ahora los ha quitado. Alguna vez echábamos alguna becerrita, alquilaba un par de becerros de Antonio Briones, que posee una ganadería en Badajoz de Carriquiri de las más antiguas de España, pero las cosas se han enredado y lo he dejado. Claro que torear es una cosa y ponerse delante, otra distinta. Ando con una rodilla fastidiada y no estoy para sustos ni para revolcones. Ahora, en el ruedo, hay dos esculturas, un caballo y un toro».

Es incapaz de aburrirse y pasa ratos en la finca, sobre todo en verano, aunque una persona se encarga de las labores. «Se llama Hassan y lleva conmigo quince años que lo conocía en los cursos de castellano que impartí clases quince años en Ymca La Rioja, buena persona, no bebe, con tres hijos. Bueno, finca, lo que se dice finca, está en Extremadura». No quiere que la vida le pase por la calle sin ayudar a los demás y el voluntarismo es una de sus querencias que más ha disfrutado. «Después de Ymca, me he apuntado a Cocina Económica, haciendo lo que me mandan y algunos usuarios de la entidad me llaman panadero porque reparto el pan durante las comidas. O hay que coger la furgoneta y subir a Baños a la empresa de Lino Martínez Somalo, o a Armando Loza, que son primos, pues ahí estoy. Aunque Lino, sus hijos no fallan no falla ninguna Navidad, para cargar embutido de todas las clases».

SIN TIEMPO. Tiene un cierto control de su vida, está muy ocupado pero ha sabido sincronizarse. «Siempre tengo algo importante que hacer». Es el mayor de tres hermanos, en este caso, hermanas, Nieves y Angelines, que lo adoran, no, lo siguiente, y es tío de cuatro sobrinos que los quiere como hijos. Mantiene buena amistad con los embajadores de Ecuador y Colombia, que vienen a su casa a pasar alguna temporada. Visitantes, que no fallan nunca, es el grupo de mariachis Imperial Elegancia Mejicana, que se pasan tres meses de fiesta en fiesta, de pueblo en pueblo, también actúan en San Mateo, al final del verano, regresan a Guanajuato y se llevan un buen dinerito.

Otra de sus aficiones son los coches antiguos. Ahora posee cuatro que son una maravilla y uno es de dos colores, encargado por Rociíto Jurado y luego no lo quiso. Fue uno de los tres socios fundadores del restaurante Barros, hasta que vendió su parte. No es un terrateniente. «Soy modesto en mis inversiones y educado en la fe cristiana, leo los periódicos y, de madrugada, me quedo viendo una corrida de toros». Como seguidor de festejos taurinos, estará en los primeros puestos del Guinnes. La vida de José Luis tiene su emoción porque no es una historia cualquiera para seguir paso a paso.