La estrategia de la salud global

Carmen Rodríguez (EFE)
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El ser humano no puede concebir su bienestar como una isla independiente de los animales y el Medio Ambiente, una lección que enseñó la pandemia de COVID-19 y que puso de manifiesto la importancia de que todo está conectado

La estrategia de la salud global - Foto: Image by Freepik

Salud humana, salud animal y Medio Ambiente. Estos elementos están trenzados indisolublemente en lo que a la estrategia de la salud global se refiere. Todos ellos han de ir a una.

El catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra, Ignacio López-Goñi; el catedrático de Farmacia en la Universidad del País Vasco, Gorka Orive, y la doctora en Veterinaria del Centro de Investigación en Sanidad Animal (INIA-CSIC) Elisa Pérez-Ramírez han escrito Salud Global, la nueva estrategia frente a la amenaza medioambiental (Ediciones B), un volumen en el que ahondan en detalle sobre este concepto.

«Somos uno más en un ecosistema complejo, donde lo que pasa a nuestro alrededor nos influye», explica López-Goñi. Animales y humanos compartimos unas 300 enfermedades y cada año aparecen, de media, cinco nuevas, la mayoría por el salto de un patógeno de animales a humanos (zoonosis).

Más de un 60 por ciento de las enfermedades infecciosas humanas conocidas y un 75 por ciento de las enfermedades humanas emergentes son de origen animal. Además, se conocen más de 100 infecciones transmitidas por artrópodos, como mosquitos y garrapatas.

Hygia pecoris salus populi (La higiene del ganado, la salud del pueblo) es el lema de la profesión veterinaria, que tiene muy integrada la «interdependencia» entre la salud humana y animal, un concepto que va llegando a otras disciplinas, indica Pérez-Ramírez.

Los tres consideran que no hay razón para pensar que la amenaza de las enfermedades infecciosas emergentes o reemergentes disminuya en el futuro, una situación que puede agravar el cambio climático. No se trata de dibujar un «escenario apocalíptico», dice Orive, pero en las últimas décadas han crecido las zoonosis y hemos vivido la pandemia de COVID-19. «Es muy difícil pensar que en los próximos 30 o 40 años no vaya a ocurrir nada, simplemente por una cuestión de estadística, pero no sabemos qué puede ser».

Por eso, hay que «mejorar la comunicación y la coordinación entre los profesionales de la salud pública, médicos, farmacéuticos, biólogos, científicos del clima y veterinarios, y los políticos que son los que realmente toman las decisiones», señalan en el libro.

Los autores repasan el estado del VIH, la tuberculosis y la malaria, que «siguen siendo un problema», y otras enfermedades que empiezan a no ser extrañas en nuestras latitudes, como el dengue o el virus del Nilo Occidental. Además, analizan aspectos como la importancia de la calidad del aire y el papel primordial de las vacunas en la salud de todos.

En el punto de mira

Los especialistas se detienen en tres áreas «a las que tenemos que prestar atención en los próximos años», destaca Pérez-Ramírez, y que se deben abordar con una estrategia de Salud Global: la gripe aviar, los virus transmitidos por artrópodos y la resistencia a los antibióticos.

En cuanto a los virus, hay que estar atentos a los de la familia de la gripe, sobre todo la aviar, que podrían saltar al ser humano, y a los coronavirus, dice López-Goñí, pues «nadie puede descartar que dentro de un tiempo aparezca otro que nos pueda dar un susto».

Pérez-Ramírez agrega que los de la gripe (la hay aviar, equina o porcina, entre otras) «están siempre en las primeras posiciones» de los virus con potencial pandémico y hay que «vigilarlos muy de cerca». En especial el H5N1, que ya causa una pandemia en aves y preocupa -indica- no solo por el impacto «devastador» en la industria avícola , sino también porque está produciendo «unas pérdidas de biodiversidad enormes» en las aves silvestres.

Este virus parece que dice «me voy acercando», señala López-Goñi, y que se multiplique eficazmente en mamíferos «no es una buena noticia». Y aunque todavía hay muy pocas infecciones en humanos y entre personas no se transmite, está ahí, advierte.

La resistencia a los antibióticos es otro de los desafíos a los que nos enfrentamos y «que nos puede cambiar la vida en los próximos años o décadas», advierte Orive. En España mueren unas 35.000 personas al año por infecciones de patógenos multirresistentes. Además, hay que prestar atención al exceso de uso de estos fármacos y otros en la ganadería, que ayuda a la aparición de resistencias. Tanto en personas como en animales se trata de «racionalizar el uso» y evitar que lleguen al medioambiente de forma masiva y contaminen. De los 4.000 medicamentos usados en salud humana y veterinaria, casi 100 se han detectado ya en ríos, lagos o lodos, precisa Orive. 

La tercera amenaza son los virus transmitidos por artrópodos, que son vectores de enfermedades como la malaria, el zika o el dengue y ponen en riesgo la salud de millones de personas cada año.

Es uno de «los grandísimos retos de salud a los que nos vamos a tener que enfrentar por el cambio climático, el cambio de usos del suelo o el transporte de personas y animales, que favorece la movilidad de esos vectores», enumera Pérez-Ramírez. Se trata, asegura, de otro ejemplo de la necesidad de tener un enfoque multidisciplinar con la incorporación de especialistas en medioambiente y entomólogos, que son quienes realmente conocen su biología.

Conclusiones

En definitiva, destacan que hay tres aspectos fundamentales a tener presentes para prepararse ante nuevas amenazas: el primero, seguir dando importancia a la investigación científica para mejorar los sistemas de diagnóstico, las vacunas y la vigilancia epidemiológica.

El segundo, la propia estrategia de salud global, que ponga a trabajar juntos a todos los profesionales implicados, porque los nuevos retos de salud son complejos.

Y el tercero, la solidaridad internacional porque no tiene sentido vacunar a un continente y que otro no tenga vacunas, si lo que pasa en un país «puede tener consecuencias planetarias». La salud es global, tanto entre nosotros como con los animales y el medioambiente, porque «todo está conectado», concluye López-Goñi.