En corro y bastón en mano, cinco tratantes se apartan de la multitud para valorar la compra venta de ganado. Nadie osa interrumpir la deliberación. «Yo espero vender hoy (por ayer) tres yeguas», señala Roberto, que además de equinos, colabora en la Ejecutiva de la Unión de Pequeños Agricultores (UGT) de La Rioja. Son escenas que cada año se viven en una Feria Ganadera de Villoslada de Cameros que, en esta ocasión, congregó a 1.600 cabezas de ganado ovino, vacuno y equino para exhibición, venta y concurso.
Mientras el sanedrín de tratantes diluye la improvisada reunión sin que transcienda si se harán con la obligatoria guía de ganado o confiarán la jornada a un mejor acuerdo, la Feria, que cumple su 27º edición, suena a una reivindicación común. Entre «los amos» de explotaciones ganaderas, como los denominan los más mayores de la zona, el clamor es unánime. «El lobo terminará por conseguir que abandonemos todos». Son palabras de Javier, ganadero de Villoslada que con 59 años «aguanta porque con esta edad a dónde voy a ir».
La Feria Ganadera reúne a miles de visitantes entre los cercados que separan el ganado, puestos de un mercadillo que adquiere cierto tono a tradición entre trillos y cencerros a la venta, mesas en las que se degusta jamón, queso y embutido, y conversaciones entre ganaderos que suelen rondar alrededor del cánido y sus consecuencias. «Cuando se juntan no se habla de otra cosa», apostilla Roberto.
Un joven serrano viste una camiseta negra cuya espalda expresa lo que muchos piensan: «Con lobos no hay paraíso». A su lado, un ganadero hace recuento de su expansión. «Hay una manada de lobos en cada valle de La Rioja», expresa con seguridad. «Son siete valles», le recuerda otro joven dedicado a los mismos menesteres. «Pues eso», zanja el primero.
Todos son conocedores de que en la explotación ganadera de Nieva de Cameros, el lobo desgarró la vida de siete ovejas esta misma semana. Y eso que el verano, con el nacimiento de los cervatillos, ha sido más o menos tranquilo en los montes de la sierra riojana. Nadie, absolutamente nadie «queremos eliminar al lobo, pero que se regule como se hace con el ciervo, el corzo o el jabalí», señala Sergio, propietario junto a su socia Sara de la explotación Campastros de Nieva, la que sufrió el ataque a principios de semana.
«Incompatibles». Hay más problemas que rodean a un sector del ovino que «va a menos». Los precios de venta se sitúan más o menos a niveles de hace veinte años «mientras crece el coste del pienso, del gasoil...». Pero la principal preocupación ahora es el lobo. Un matrimonio de Ventrosa, presentes en la cita ganadera, dejó la explotación «cansado». Entre los profundos ladridos de los mastines que se camuflan entre las ovejas, recuerdan «los últimos diez años dedicados a batallar contra el lobo» en una zona en la que se sabe que el cánido se asentó hace ya tiempo. Incluso había momentos en los que «teníamos que dormir en el monte para evitar ataques», recuerda Asun.
La queja, el lamento y la reivindicación conforman un frente común en el que crece la resignación. A día de hoy, y a pesar de que se investigan sistemas para evitar ataques, «la ganadería extensiva, la vida en los pueblos y el lobo son incompatibles.
«O cambia mucho la normativa, o en dos años cierro»
Sergio es propietario, junto a su socia Sara, de la explotación ganadera Campastros de Nieva de Cameros. Esta misma semana el lobo mató a siete de sus ovejas. La sociedad recibió unas ayudas públicas para iniciar la actividad que ahora le tienen atado. «El 6 de septiembre de 2026 cierro». Es el plazo al que obliga la subvención. «O cambia mucho la normativa o no podemos resistir», señala entre evidentes signos que avanzan a caballo entre el lamento, la resignación y la reivindicación.
El lobo es el principal problema al que se enfrentan los propietarios de ganado en la sierra riojana, «abajo (por el valle) es diferente». Entre la garrapata, el buitre, «que va a por las ovejas enfermas» y el lobo, «este verano he perdido unas cuarenta cabezas».
Es la situación que vive esta pareja joven de Nieva, y destaca lo de joven en un sector en el que la media de edad es muy elevada.
«No he podido descansar ni un solo día en todo el año»
Ni las administraciones ni las organizaciones ecologistas «han venido a vivir aquí y comprobar a los que nos enfrentamos». Javier, ganadero en Villoslada de Cameros, una zona de tradicional asentamiento de lobos, custodiaba él solo una explotación de ochocientas cabezas. Con la reintroducción del cánido, hace ya más de una década, se vio obligado a «quitar la mitad. Yo solo no podía hacer frente a esta situación», lamenta. Hace ya tiempo que «no he podido asistir ni a bodas ni a bautizos porque si me voy atacan». Es más, «en alguna ocasión se me ha mostrado uno, intento espantarlo y mientras tanto otros dos atacan al ganado».