«La única solución que veo son dos Estados»

El Día
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Tras más de 20 años en Oriente Próximo, recuerda que la «crueldad con los civiles», por los dos lados, «no es de recibo en el s. XXI»

Ángeles Espinosa, en Yeddah, en una estación del AVE a La Meca. - Foto: Foto cedida por Ángeles Espinosa

Uno podría pensar que Ángeles Espinosa (Santo Domingo, 1962) se ha marchado de Oriente Medio cuando empezaba lo bueno aunque en realidad la vasta zona que ha cubierto durante más de 20 años como corresponsal para El País nunca ha dejado de proporcionar titulares. Se podría decir que desde su atalaya próxima a la jubilación ve la crisis desde la barrera aunque, en realidad, los buenos corresponsales, y la calceatense lo es, no tienen fecha de caducidad.

Ha cubierto, siempre para la misma cabecera, una guerra civil (la del Líbano, conflicto nunca soterrado), otra más incivil todavía que ha propiciado la «fragmentación de Siria» y la silenciada de Yemen, una contienda regional (la de Irán e Irak que, de 1980 a 1988, dejó más de un millón de muertos) o las dos Guerras del Golfo (la breve, la Tormenta del Desierto, y la iniciada en 2003 que provocó la caída de Sadam Huseín). Por eso, y por todo lo que ha llovido desde laDeclaración de Balfour, reconoce que ese área«siempre ha estado caliente, con conflictos latentes de los que no siempre se habla».

Además ha sido testigo de acontecimientos históricos como las dos intifadas, la unificación de Yemen (el patio trasero de Arabia Saudí, país unificado en 1990 y en guerra fraticida desde 2014), la llegada de los primeros Taliban (1996-2001), el 11-S y sus ecos en la macrorregión pero, sobre todo, «la revolución silenciosa de las mujeres que ha provocado cambios sutiles, que ha suscitado reacciones brutales de los regímenes en los que viven pero que están transformando su sociedad». Sin quererlo, fue noticia en 2011 con su expulsión de Irán, donde ejerció como correponsal más de 5 años antes de mudarse a Dubái, «como base logística» para una amplia zona que abarca desde Israel hasta Pakistán y que sigue marcando la agenda internacional.

El último conflicto que ocupa a la zona, aunque en realidad es el nudo gordiano de todos ellos, es la invasión de Gaza, a la que asiste horrorizada. Advierte que las imágenes que nos llegan han de ser comprendidas «no como una foto fija, sino como un vídeo» al tiempo que critica que en Occidente «se utiliza la tragedia con objetivos partidistas».

«La crueldad con los civiles, sean palestinos o israelíes, no es de recibo en el sigloXXI», amonesta mientras recuerda que «con los extremistas, de uno y otro lado, es muy difícil negociar».

«Como periodista, no puedo, no podemos tomar partido salvo por los derechos humanos. Denunciar la situación que sufren los civiles gazatíes no significa que justifiquemos los asesinatos del 7 de octubre ni los secuestros de Hamas», continúa. «La condena de estos hechos no es tomar posición».

Desde su perspectiva, aboga por una solución «pacífica» al atávico conflicto entre israelíes y palestinos. En su opinión, no ve «factible» un estado «binacional con igualdad de derechos» ni tampoco cree que una «confederación» sea el remedio para una crisis enquistada. «La única solución que yo veo son dos Estados», apunta antes de que la conversación derive sobre otra crisis, igual de larga pero seguramente menos dramática: la de la profesión periodística. Asistimos a la paradoja de que Internet ha podido facilitar su desempeño profesional al mismo tiempo que ha sacudido los cimientos del oficio que tan noblemente desempeña.