¿Está preparado para transformarse en el creador de su vida? La pregunta tiene mucho de reto, y alguien puede sospechar que también de trampa. Pero no: Alejandra Llamas (México, 1970) publica El libro de oro (Grijalbo), y está convencida de que las suyas son las reglas correctas para triunfar en el juego de la vida. 

Sabido que los libros llamados de autoayuda no gustan a todos, Alejandra Llamas defiende que «el desarrollo humano y el estudio de las humanidades, para muchos, será siempre de interés». Preocuparse por asuntos de los que depende el bienestar es primordial.

Llamas defiende la conveniencia de analizar de qué modo se vive, «independientemente de los retos o adversidades que estamos viviendo». Dicho de otro modo: cada persona, lejos de aceptar de manera acrítica sus comportamientos, las circunstancias y la manera de reaccionar frente a ellas, hay que calibrar y elevar el estado de conciencia ante lo que se vive, determinar con qué virtudes se quiere definir, en qué medida se asume la responsabilidad de los actos, de qué manera uno se relaciona con los demás… así, conforme se va tomando nota de esas actitudes, se entenderá cuáles son los obstáculos interiores que entorpecen el progreso y bienestar. 

Y ahora viene lo difícil: realizado el análisis, cartografiado el terreno, hay que ponerse manos a la obra para mejorar las potencialidades y retar a las debilidades. Todo lo cual tendrá un impacto importante en el día a día de cada uno.

«El libro está dividido en tres capítulos», explica. El primero lleva al lector a comprender cuáles son los obstáculos interiores que no tiene conscientes, pero que obstaculizan su progreso y bienestar. El segundo plantea metodologías y técnicas para trabajar lo identificado en el capítulo uno, incluso con una aplicación gratuita. Y por último, el tercero se enfoca en reconocer qué está en juego en la manifestación de la realidad y cómo poner en práctica enseñanzas que tendrán un impacto importante en el día a día.

El poder de la voluntad

Llamas, mexicana de nacimiento y nacionalizada estadounidense, cabalga entre dos culturas y viene a España pertrechada con el bagaje de 20 años de experiencia en el Instituto del Proceso de MMK, un sistema fundado por la best seller para lograr el autoconocimiento. 

El salto es grande, no solo físico, también mental, cabe temer que «esos métodos experimentados en un mundo que se le considera nuevo podrían no prender en un continente al que se le llama viejo»., explica. Ella, sin embargo, se muestra optimista: el suyo es un trabajo dirigido al ser humano, sin importar su cultura o su nacionalidad. «De hecho, tampoco afecta su edad; es para cualquier lector que reconozca que tiene una consciencia que puede expandir frente a su vida».

Aun consciente de las dificultades, no abdica de su certeza principal: el poder de la voluntad es grande, y los seres humanos cuentan con una inteligencia espiritual; si se potencia aquella y se fortale ésta, se alcanzará la trascendencia de importantes vivencias. Nada está escrito. «Desahuciar a un ser humano por sus circunstancias me parece etiquetarlo», indica. 

Algunas de sus afirmaciones pueden resultar chocantes, si bien la percepción de quien las escucha cambia cuando la autora se explica. «Un ejemplo: El sufrimiento es opcional. ¿Seguro? ¿Quién lo elige si tiene alternativa?». Entonces, añade la aclaración: mientras el dolor, en muchas ocasiones, es inevitable, «el sufrimiento se relaciona con el ego, con la parte de nosotros que se apega al berrinche, al reclamo, a la exageración y por lo tanto a la victimización».

Por eso, sin minusvalorar los obstáculos que la vida sitúa, Alejandra Llamas lamenta la pereza en la que la mayoría de la poblacion se ha instalado, «vivimos mecanizados, fingiendo, en vidas aburridas, en patrones repetitivos, inconscientes». Y anima a plantearse las preguntas clave: «¿qué nos hace sentir vivos? ¿dónde están nuestros talentos? ¿cómo y con quién usamos nuestra voz?», cuestiona. 

Hay, sí, enemigos externos a los que hay que combatir. Pero, antes de afrontar ese combate, quizá haya que plantarse cara a uno mismos, al yo más manso, más espantadizo. Pasar de ese vivir superficial a un estado de mayor aceptación, sabiduría, bienestar y conocimiento frente a las situaciones que se presentan en la vida.