Se puede afirmar que el dinosaurio sigue ahí, más pequeño es cierto, pero con ganas de volver a echarse a correr. La manifestación de la Diada, fue como siempre desde hace una década, un acto de parte celebrado cuando el apoyo a la secesión está en el nivel más bajo desde hace el mismo tiempo. Se trata de que se mantenga en el estado de letargo en el que se encuentra sumido, como revela el CIS catalán, por cansancio, por frustración, o porque les han quitado algunas de sus reivindicaciones –indultos a los líderes del procés- mientras se encuentra una solución política –y legal- al problema territorial que representa Cataluña, pero errores de cálculo de una u otra parte pueden hacerle reactivarse. ERC juega la baza de la negociación de la mesa de diálogo que no es sino una comisión bilateral al más alto nivel, porque las pretensiones de Pere Aragonès -amnistía y referéndum- ni se han cumplido, ni se ha avanzado en ellas ni se hará, por mucho que interesadamente se diga que el Gobierno cede para mantenerse en el poder. Solo el incumplimiento de las sentencias sobre la enseñanza en castellano –y no es una cuestión menor-es lo que pueden exhibir los independentistas y ya se encargan de cambiar normas y leyes para que la batalla judicial se eternice.
El diálogo bilateral en el que está embarcado ERC con el Gobierno es visto por el resto de los independentistas como un paso atrás que no sirve ni para coger impulso, por cuánto más que una acumulación de fuerzas se ha producido una deserción demostrable también en la manifestación convocada por la ANC. Los "indepes", no obstante, han subido la apuesta al poner la ANC en circulación su proyecto de lista cívica que supere a los propios partidos para que sea la sociedad civil quien tome las riendas de un nuevo procés. El populismo y la antipolítica, como responden desde Òmnium Cultural no suelen ser buenos consejeros y su fracaso frente a la institucionalidad suele ser lo habitual, pese a que se conviertan en factores de desestabilización y sus consecuencias imprevisibles. O previsibles en cierto modo, porque obligaría al Estado a poner en marcha todos sus mecanismos de defensa como ya hizo en su día.
Por lo pronto los independentistas están tan divididos como antes de 2012, con tácticas y estrategias bien distintas. El Gobierno de Pedro Sánchez, por su parte, está obligado a tomar medidas o aplicar las ya aprobadas sobre inversiones para no dar alas al victimismo económico, y dar respuesta al descontento social que estuvo en la base de la euforia independentista tras la crisis económica de la segunda década del siglo, que ahora puede volver a hacerse presente. No se trata de dar trato de favor a Cataluña, sino de cumplir los compromisos establecidos para que al menos no puedan utilizar el argumento del victimismo económico.
El resultado de la convocatoria de la Diada y la proximidad del quinto aniversario del 1-O junto con las intenciones que se aprecian en el partido de Carles Puigdemont de romper el gobierno de coalición con los "botiflers" de ERC pueden llevar a los catalanes nuevamente a las urnas, puesto que la independencia que pretende la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, no está en el horizonte.