Los 365 días de «resistencia»

El Día
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Los refugiados ucranianos en La Rioja definen así este primer año de guerra. A salvo del conflicto, han tenido que vivir su propia batalla diaria:adaptarse a un lugar diferente y superar la barrera del idioma con el corazón en Ucrania

Yulia y su familia, en Logroño - Foto: Óscar Solorzano

Anna Dzioubenko llegó de Ucrania a La Rioja hace más de 10 años. En este tiempo coincidió en Logroño con algún compatriota. No eran muchos, así que tampoco se habían organizado en una asociación. De vez en cuando compartían algún acto en la Casa Eslava de La Rioja que reúne a una amalgama de nacionalidades: rusos, lituanos, búlgaros o ucranianos, ciudadanos de antiguos países que integraban la extinguida URSS. Pero hace un año todo cambió. Con las primeras imágenes de las bombas cayendo en Kiev, familias enteras refugiadas en los sótanos de  viviendas, en estaciones de metro, edificios derruidos y las primeras víctimas mortales, los ucranianos en La Rioja tuvieron que organizarse para ayudar a sus compatriotas. La invasión rusa era real, la guerra era real y había que recibir a aquellos que huían del conflicto.

«Comenzamos con la recogida de alimentos, mantas, ropa para atender a todas aquellas personas que llegaban», recuerda Anna, presidenta de la Asociación de Ucranianos en La Rioja. Europa, España y La Rioja abrieron sus puertas a quienes huían de la guerra. En total, llegaron 596 ucranianos y ucranianos desde que comenzó el conflicto con Rusia. La mayoría son mujeres con niños pequeños. Cruz Roja en La Rioja atendió a 321 refugiados y habilitó 82 alojamientos para ellos. Muchos voluntarios ayudaron a recibirlos, buscarles un hogar y hasta un trabajo.

Hoy, un año después del inicio de la guerra, es inevitable hacer balance. «Nosotros no lo llamamos aniversario, porque es una palabra que implica una celebración, algo alegre y este año ha sido horrible", afirma Dzioubenko, "así que preferimos decir que han sido 365 días de resistencia».

Esperando la paz. «En este primer año, Europa ha conocido lo que nosotros ya sabíamos: la crueldad de los rusos», recuerda Anna, «y a esa crueldad sumamos el dolor de todos los refugiados por dejar su patria, su familia y tener que empezar de cero en otro país». Y no ha sido fácil: el idioma es una barrera importante, sobre todo para los más pequeños que han tenido que estudiar en colegios riojanos pero, a la vez, seguir con su formación on line en Ucrania. «Muchas personas preferían no integrarse, pensaban que la guerra acabaría pronto y que volverían a sus casas. Pero han visto como ha pasado un año y el final de la guerra no se vislumbra». Así que toca empezar de cero pero con el miedo de que la guerra continúe.

Sin embargo,  algo positivo ha surgido de todo el horror que esta guerra ha dejado en sus largos 365 días: se ha conformado una asociación en Logroño que se ha convertido en una especie de casa para los que han ido llegando. 

«Hemos podido dar a conocer nuestra cultura ucraniana, diferenciada de la rusa o del resto de países eslavos, que es muy bonita. Hemos organizado actuaciones y  festivales para los niños. Fue muy emotivo el que celebramos por San Nicolás -festividad navideña para los ucranianos-  en el salón de actos que nos prestó el colegio Alcaste de Logroño», afirma Anna.

Todos estos actos les han hecho sentirse menos solos. «El 90 por ciento de las personas que huyeron deUcrania quieren volver a su país», apunta, «no saben cuándo, cómo ni lo que encontrarán a su vuelta, pero quieren regresar».

Sin embargo, la paz no parece estar cerca por eso realiza un llamamiento: «Agradecemos la ayuda de los países europeos pero necesitamos  que Europa entregue más armamento para poder ganar la guerra».