"Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso", dice un proverbio judío. Estos días, hay un silencio atronador por parte de la mayor parte de los actuales líderes socialistas, y también de sus votantes, sobre la negociación con Carles Puigdemont y la exigencia de una amnistía, "previa a la futura investidura", como condición para dar el sí a Sánchez y permitirle gobernar otros cuatro años bajo vigilancia. Porque esa concesión sólo es la primera exigencia y cada día que amanezca Sánchez tendrá que pedir permiso a Puigdemont para seguir gobernando.
Hay quien incluso escribe que "importantes y prestigiosos juristas como José Antonio Martín Pallín han negado el carácter de 'fugado de la justicia' de Puigdemont", lo que mueve a la risa, por no decir a la indignación. Pero ni los muchos ministros de Sánchez que no hace tanto dijeron taxativamente que no cabía una amnistía en el orden constitucional español ni la mayor parte de los barones socialistas han levantado ahora la voz. De entre todos esos silencios, el más preocupante es, sin duda, el de Sánchez. Es seguro que la maquinaria de La Moncloa y de Ferraz está trabajando sin parar para encontrar un encaje, sea o no constitucional, a la petición de Puigdemont, porque lo único que le importa a Sánchez es seguir en el poder. Y, mientras tanto, cualquier suceso, cualquier maniobra es buena para que se hable de otras cosas. Incluso la ministra de Defensa dice ignorar si la vicepresidenta del Gobierno fue a Bruselas "en su condición de líder de Sumar y no como vicepresidenta del Gobierno", a entrevistarse con el prófugo en un avión militar, porque no tiene tiempo para enterarse de esas cosas. A veces el silencio es el más fuerte de los ruidos.
El Gobierno guarda también un silencio atronador sobre la maniobra del Gobierno saudí de convertirse en el primer accionista de Telefónica, una compañía española estratégica. Es imposible creer que ni el Gobierno, ni los servicios de inteligencia, ni la propia compañía se enteraron de la compra de acciones por parte del fondo saudí porque esas operaciones ni son silenciosas ni fáciles. Y aunque ello ha provocado un nuevo enfrentamiento en el Gobierno de conveniencia de Sumar y PSOE, lo importante es que una empresa puede caer en manos de un Gobierno extranjero con pésima reputación. Lo que sucede aquí, lo mismo que en el caso de Puigdemont es que "el otro" tiene cogido al Gobierno por sus partes. Este Gobierno sabe bien cómo se maniobra no sólo para controlar las empresas públicas sino también algunas privadas. En la hoja de ruta, si logra la investidura con los apoyos que sea, hay nuevas piezas que cazar. Pero si prospera la operación saudí, otras multinacionales van a repetir la jugada. Y nuestro tejido industrial y empresarial no tienen capacidad de resistir ningún embate.
Hablemos de lo que sea, distraigamos al personal para que no se hable de los pactos y las cesiones moralmente inaceptables que Sánchez no sólo está dispuesto a conceder, retorciendo las leyes, sino que está propiciando. Todo ello entre un atronador silencio suyo y de muchos más, conservadores... de sus cargos. Un prófugo de la justicia, un heredero de ETA, los que quieren romper España tienen la llave del Gobierno de España. Y el heredero de quienes hicieron la mejor Constitución española de la historia y rompieron décadas de enfrentamiento y dolor, prestándose al chantaje, sin oposición interna. "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes perversos como del estremecedor silencio de los bondadosos". Lo dijo Martin Luther King, pero se repite muchas más veces de lo que sería deseable.