Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Argylle

19/04/2024

No es fácil ser líder de un país. Las consecuencias de las decisiones sobrepasan el límite temporal del mandato. No estábamos acostumbrados por estos parajes a resolver conflictos por la fuerza. Hay personas de moral fina que argumentan que el gobierno ucraniano debería haber aceptado un pacto con Rusia ante su poderío; aunque no indican cuándo hubiese sido el momento histórico preciso. Un sano realismo político contaminado por la simpatía hacia el poderoso.

Es innegable que la responsabilidad de la invasión de Ucrania recae en el agresor. Podemos acudir a todas las florituras dialécticas, históricas, culturales o económicas, pero es una invasión en toda regla. Esta es la fase 2, porque el prólogo fue Crimea y la parte Este del país.

¿Estuvieron acertados Angela Merkel y Barack Obama? ¿Podrían haber hecho cosas distintas para evitar el escenario actual? ¿Habría sido inteligente haber modificado previamente la política energética alemana? ¿Deberían haber aumentado los gastos de defensa europeos como reacción? ¿Estuvo Europa a la altura?

El tiempo ha despejado parte de las preguntas, aunque acudamos al recurso de Donald Trump para culpabilizarle de todo lo que pueda ir mal en el continente. Europa no puede obviar que la guerra se libra en nuestro patio trasero y la amenaza a otros países es creíble. Como país, continuamos envueltos en una situación delicada al sufrir una fractura colectiva que nos impide proyectar nuestra potencia colectiva en el exterior. No hay que ser muy listo para reconocer que Rusia ha impulsado esa debilidad, pero somos un actor secundario en el escenario. Las grandes naciones europeas y en especial, Alemania, desconocen hasta dónde llegan los tentáculos rusos.

Defenderse de una agresión no exige mucho, porque todo el mundo reacciona. Sin embargo, proteger la libertad ajena requiere un poso intelectual que poca gente tiene. La duda actual consiste en saber cuántos de los pacifistas presentes habrían estado dispuestos a enfrentarse a Hitler. ¿Cuántos darían su vida por un judío en los campos de exterminio?

Hace unos años un ministro de Defensa español dijo que estaba dispuesto a morir, pero no a matar. Nadie pareció comprender su ineptitud para el cargo que ostentaba. Desgraciadamente, hay que tener principios muy claros para entender que la libertad y la dignidad humana no son conceptos abstractos. El ataque a los mismos provoca un dolor real. Vivimos una época en que nos cuesta diferenciar la agresión de la legítima defensa al establecer niveles a la dignidad humana.