Pedro Sánchez saca pecho presidencial, pero empieza a fallar su capacidad de transmitir lo que le conviene. Se repite excesivamente, recurre al insulto ante la falta de argumentos y utiliza la misma estrategia electoral que en las ocasiones últimas, a pesar del mal resultado. Si se mantiene en el gobierno es gracias a sus acuerdos con fuerzas que, aseguró, jamás pactaría.
Las perspectivas se presentan negras y se le nota la inseguridad. No maneja el escenario ni los tiempos, y comete errores de principiante. Por ejemplo, no enviar a nadie al Senado a defender su ley estrella, la de amnistía. Él mismo la ha degradado con el banco azul vacío, una falta de respeto a la Cámara y a la propia ley. Pero además provocó que el titular del día lo diera su socio ERC, cuando a través Pere Aragonés, toda España escuchó que esa ley no detiene el proyecto independentista sino que lo alienta, y el siguiente capítulo será el referéndum. Ya no podrá Sánchez presumir de resolver el problema catalán.
Sánchez se refugia en la política internacional y se indigna cuando el PP le exige que mire hacia aquellos a los que gobierna. Si mantuviera en forma su visión política comprendería que el problema palestino, serio, no es el asunto que más importa hoy a los españoles. Comprendería que por mucho que le incomode, los asuntos relacionados con las actividades profesionales de su mujer se enredan cada día más y no puede ocultarlas; y comprendería también que millones de familias no pueden más de las continuadas subidas de impuestos y han recibido con furia la noticia de que el hermano del presidente se ha ido a Elvas, a veinte kilómetros de Badajoz, para quedar amparado por la fiscalidad portuguesa. Y comprendería que el paro entre los jóvenes es una desgracia, y que la nueva ley de vivienda necesita mucha explicación porque de primeras se advierten sus consecuencias, tan malas como la ley de alquileres que ha provocado una escasez y subida de precios nunca conocida. Comprendería también que la educación es deficiente comparada con la de países de nuestro entorno, y que es una vergüenza que el ministerio de Pilar Alegría presuma de que hay menos repetidores, porque si los alumnos no repiten es porque se les permite pasar de curso con un buen número de suspensos, no por ser buenos estudiantes.
Eso es lo que importa, no la situación internacional por grave que sea, que lo es. Pero más grave es lo que sucede dentro de España. Al presidente del gobierno se le nota falto de tono, de entusiasmo. No se sabe si por Begoña Gómez, porque no puede salir de casa sin que le abucheen, o porque no sabe cómo resolver los muchos problemas que se le presentan. Y que él ha contribuido a acentuar.
Si la cara es el reflejo del alma, Pedro Sánchez está atravesando un momento muy complicado. Y le falla el ánimo.