Dice un dicho popular: 'Niños chicos, problemas chicos, y niños grandes, problemas grandes». Las algo más de 550 bodegas embotelladoras de la DOCa, sumando, arriba o abajo, navarras y alavesas. Tienen tamaños y estructuras de gestión diversas. Las hay muy vinculadas al viñedo y a la tierra, las hay que exclusivamente comercializan y así un largo etcétera que configuran la variada radiografía de nuestra DO. Esto que parece una tontería, hace que la batería de medidas que se deben poner en marcha a todos los niveles para cambiar la tendencia y salir del shock en el que ahora mismo nos encontramos sea diferente, dado que no tiene los mismos problemas una gran bodega de tamaño que una pequeña de estructura familiar.
Por ello las soluciones deben ser como muchas veces hemos dicho a corto, medio y largo plazo, para de esta forma ir amoldando y corrigiendo las acciones propuestas y salgamos de esto con el menor número de rasponazos. Hemos de entender, que a veces se nos olvida, que vivimos de vender vino y que es sobre este punto donde debemos trabajar inicialmente para que la venta tire del resto de actores implicados. En este punto de la venta es donde las bodegas grandes tienen una ventaja sobre el resto y es que su propio tamaño y estructura totalmente profesionalizada les hace ser más dinámicas y afrontar los retos con una programación, un presupuesto y un objetivo. Cosa que en la pequeña bodega cuesta mucho más, dado que muchas veces el o la que hace el vino además atiende el campo, los papeles y las visitas algún fin de semana.
Todo esto suma para que estructuras de crecimiento empresarial, como crecer comprando a la competencia, o comprar como estos días un club de vinos nacional de más de 160.000 socios estén muy lejos del 90% de las empresas que conforman la Denominación; luego, el tamaño sí importa. Si a todo lo anterior sumamos el problema del relevo generacional de las explotaciones -de esto tenemos que hablar-, corremos el riesgo de que los grandes se hagan más grandes y cada vez necesiten menos al resto… y esto debilita más de lo que muchos piensan el equilibrio necesario para el buen desarrollo de la Denominación y la Comunidad Autónoma.