Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Full river red

09/02/2024

Es habitual que asumamos que políticamente las dictaduras o los estados de partidos único son los ejemplos vivos de sistemas políticos cerrados. Cierto es, que el poder en estos países es capaz de acudir a métodos drásticos para desterrar la disidencia. Pero la ausencia de libertad tiene formas múltiples de presentarse incluso en sociedades aparentemente abiertas y libres.

En Occidente, se ha roto la línea divisoria entre lo público y privado, invadiendo la Administración nuestra esfera de lo íntimo. Las redes sociales facilitan la muerte civil del individuo, pérdida reputacional y una económica garantizada, sin derramar una gota de sangre. Hay un cierto fatalismo en el ambiente.

En las guerras, la disciplina es un pilar fundamental porque sin ella los soldados mueren a mansalva y las batallas se pierden estrepitosamente. En las democracias, el diálogo y el intercambio de ideas ralentiza el proceso, pero refuerza la legitimidad. Dicha lentitud puede resultar agotadora, pero cohesiona a la sociedad a largo plazo.

Los partidos políticos occidentales, sean de la ideología que sean y del país donde operen, son profundamente iliberales. No solo porque el número de afiliados se haya hundido, sino porque la élite anula el diálogo interno. Difícilmente podremos liderar una sociedad plural si a los más afines les retiramos la opción de opinar.

La Unión Europea es la institución que mejor comprende al gobierno chino. Admira cómo la pretendida élite política meritocrática ha sacado de la pobreza a millones de chinos, gestiona un gigante económico e impulsa una revolución social. Lo que no alcanzo a comprender es que, si todo es tan perfecto, las redes mafiosas de migrantes no se dirigen allí con fervor. Deben estar muy lejos.

Hemos cogido cariño a lo que tenemos sin preguntarnos cuánto esfuerzo, sacrificio y talento anterior permitió su consecución. Las sociedades prósperas están forjando individuos emocionalmente frágiles para enfrentarse a la vida real. El argumento vital de que el deseo es un derecho lleva a una frustración garantizada. Muy poca gente tiene la capacidad para discernir si su deseo es el que necesita y es imposible saber de antemano si es realizable. Los que triunfan han conseguido fruto de su perseverancia, talento y suerte, obtener el premio. Pero la vida está llena de individuos que pusieron las mismas ganas y el resultado les fue esquivo. El fracaso no es el final del camino, solo una oportunidad para aprender. Y la felicidad es subjetiva.

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