Todo queda en casa

Feli Agustín
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La compañía de Cenicero prestará mayor atención a sus productos, como un brandy para cocinar, que estrenarán marca, 1934

Rosa Durban y Alejandro San Pedro, en el interior de La Alcoholera. / - Foto: Ingrid

La destilación de crisis ha supuesto un acontecimiento excepcional para una factoría que además del alcohol bruto, cuyo destino es únicamente industrial, obtiene alcohol para otros usos, como el consumo humano o la fabricación de productos cosméticos, que se extrae de las de lías (subproducto del filtrado y la concentración de los mostos), «lo que se queda en los depósitos del vino» que producen también tartrato de calcio y alcohol etílico.

«La lías suelen llegar en febrero y pasan directamente a las torres de destilación», señala Rosa Durban, que informa de que uno de sus principales proyectos es Abrandy, un brandy especial para cocinar, que esperan poner a la venta en noviembre y que supone un estreno para la compañía. Tienen, igualmente, la intención de comercializar en breve Recuperado, «un tesoro que nos encontramos en la sala de barricas», un brandy de más de 20 años, del que venderán unos 1.000 litros.

Los licores de toda la vida, el aguardiente, el aguardiente envejecido, la mistela, el brandy y el licor de hierbas se continuará elaborando, con una nueva imagen y marca, y dejan atrás el nombre de Morillón para pasar a denominarse 1934, coincidiendo con el año de fundación de La Alcoholera.

«Vamos a prestar mayor atención a la venta de bebidas alcohólicas para lo que contamos con un maestro destilador consultor», informa la directora de la fábrica.

Además de Rioja, Ribera de Duero, Rueda y Toro son los principales proveedores para unas instalaciones en la que se obtiene biomasa, que se destina a alimentación animal, pepita de uva, que tiene como meta la fabricación de aceite; y tartatro, que se envía a Italia «a nuestra casa madre» para fabricar ácido tartárico, que «volverá al vino» para estabilizar el PH. «Es un proceso totalmente circular», destaca Durban.